14 mayo 2011

La palabra

La semana pasada me lancé a la marcha por la paz encabezada por Javier Sicilia, quien resulta más famoso por todo este relajo que por su obra, que más o menos me gusta. No me gusta su onda cristiana, pero vale madres cuando las ideologías convergen en algo. El tema no es él ni su obra, es un poco de eso pero más la cosa de la marcha. Me gustó estar ahí, en el zócalo, esperando a que llegara. Cuando arribé a la plaza, estaban en el templete, varias personas que han sufrido la pérdida de familiares a causa de todas las ondas de la delincuencia organizada y de la estrategia usada por Calderón para, según él, acabar con ello. La verdad, me estremecieron varios relatos de los que escuché, también las voces enardecidas de los que hablaban y exigían justicia para sus muertos y que se terminara todo este holocausto. Comparé un poco la situación con la marcha de hace un par de años a la que también asistí y en donde convocó Martí. Comparaba aquel llamado con el de Sicilia: Ambos perdieron a sus hijos y se manifestaron, Martí con odio o coraje, Sicilia con más prudencia y más poder (el poder de la palabra). Es importante observar y recordar aquellas expresiones de Martí, el tono en que las decía y como se plasmó todo eso en los corazones y las cabezas de las personas que aquél día marchamos a la plancha del zócalo desde el Ángel de la Independencia. Recuerdo que el ambiente estaba raro, se sentía el enojo en el aire y se sintió cuando se cantó el himno en la plancha. Después de aquella manifestación, todo quedó en un par de proyectos organizados por unos cuantos y que supongo siguen funcionando. Al señor Martí se le ha visto poco desde entonces. Ahora, con Sicilia, el llamado fue para estar en silencio, para no seguir con más odios, ni venganzas, ni muertes, haciendo una propuesta y un cambio de estrategia para el problema del narcotráfico. El ambiente se sintió tenso también, pero fue más serio, más solidario y a mi modo de pensar, más inteligente. De ahí que pienso que algo realmente pueda pasar. Es el poder de la palabra lo que da revoluciones de todo tipo, el que mueve corazones y despierta a las mentes, no hay más.