29 abril 2012

Uno se va acostumbrando

Uno se va acostumbrando. Eso de ser la oveja negra trae muchas consecuencias. Recuerdo que Livi me decía el otro día en la universidad: "... no te creas, yo era así también, cómo tu. Pero al final terminas siendo lo que son los demás: parte del rebaño; porque no hay más que se alcen, nadie más habla, todo mundo está apagado, le vale madres, solamente se interesa por sus pendejadas personales, y luego, y luego, ps qué te digo, ve..." Y nos quedamos viendo a todo el mundo que pasaba enfrente de nosotros, unos a las oficinas, otros a la biblioteca, la mayoría a su salón, como maquinitas, viendo de frente, llegando a tiempo, puntuales, porque no hay que perder más tiempo en la escuela que el tiempo necesario. Me he seguido encontrando a Livi o mejor dicho, ella me encuentra de repente, aunque desde que regresamos de vacaciones no la he podido saludar. Será que me andan ganando las prisas por entrar a clases y medio hacer que medio agarro la onda de algo.

Pero decía: uno se va acostumbrando. Yo recuerdo cuando me ponía como Pauchis. Me ponía peor, me molestaba en serio (en la universidad nadie me ha visto molesto "en serio", imagino la cara de "duda" que pondrán mis compañeros al leer esto, como diciendo "¿Entonces cómo se verá molesto de verdad?" Deseo que no lo vean nunca). Me preguntaba cómo ella ¿Cómo es posible que pase esto o lo otro? gritaba al viento o gritaba en mi mente. Pauchis cree que me burlo de ella (medio mundo cree que me burlo de ellos, ni hablar, uno se gana los ciertos prejuicios idiotas), pero no lo hago, y se lo he dicho, que me recuerda a mí, hace unos cuantos años.

El chiste es que uno se va acostumbrando. Uno se vuelve diestro en el arte de subir al camión mientras éste sigue avanzando, con un par de tropezones también se vuelve maestro para descender a bajas velocidades (pero nunca en "alto total"). Los que exageran y esperan que el camión se detenga por completo son unos inadaptados, unos mamones y sólo reciben miradas del resto del pasaje vuelto una masa deforme de brazos, piernas, cabezas, nalgas, axilas y cabellos por todos lados, pero con los ojos puestos en diferentes direcciones, donde nadie pueda ver lo que hacen los demás. Saludas al chofer que solo extiende la mano para recibir la moneda (eso, las primeras veces que uno aborda, porque luego, ya pa' qué...). Luego, uno en el metro, en vez de permitir el "libre cierre de puertas (gracias)" se sube a como dé lugar, a formar nuevas masas como las del camión, sólo que aquí se vuelve peor porque el calor se encierra al triple que en las afueras. Pero no importa, con tal de llegar un poco menos tarde al trabajo, a la escuela, con la novia, al concierto o qué se yo; porque voy suponiendo que uno también se va acostumbrando a llegar siempre tarde, aunque se viva a unos cuantos minutos del destino, como me pasaba cuando trabajaba. 

También uno se va acostumbrando a ver el mal en los demás ¿que no? ¡Pinche gente! ¿que no? ¡A huevo que si, chinga! ¡Pinche gente, repito!... "la gente cree, la gente piensa, cómo la gente no puede ver, pero si la gente es pendeja, la gente no se informa, la gente no lee... " Sobre eso, no sé ni cuánta gente habrá llegado a este punto de la publicación, ni cuánta terminará de leerla, mucho menos cuánta habrá comenzado siquiera a "echarle un ojo", pero bueno. Todo mundo es una basura menos uno, porque uno es educado, uno va a la escuela, uno tiene una carrera, o si no se tiene eso, pues uno es chingón robando, acá "tranzando", uno es chingón en el barrio. Como cuando reflexiono en cómo es que en la universidad no haya tendencia a la rebeldía y comparto mis ideas con algunas personas y es que la gente esto, lo otro: "¿Si, verdad?-pienso, hablo conmigo;-¿Y luego, tú que haces para que sea distinto?-ahí me voy preguntando;-Pues la neta, no hago nada- me respondo; Ahí está, entonces no te quejes- me remato". Es que: ¡pinche gente, de verdad!

Ser el "sexo fuerte", también uno se va acostumbrando a escuchar tales idioteces, a escuchar a mujeres burlándose de nuestra "condición de hombres" (pobres de nosotros) y luego hacerse víctimas por "ser mujeres". ¿Me explico? Sí, mira: uno es chingón por ser hombre, uno es la base del sustento de la familia, uno debe trabajar, salir de casa, traer el pan... ¿Cómo explicarlo mejor?... buen, algo así y la mujer también debe ser quien sea una chingona, que sea base del sustento de la familia, debe trabajar, salir de casa, traer el pan, cuidar a los hijos, "sufrir" un embarazo, defenderse de los "machos salvajes" y tentones, viajar en vagones y camiones especiales, poner cara de "dignidad" y decir que "ya no hay caballeros" cuando no se les cede el asiento, ser quienes reciban la pregunta: "¿Quieres ser mi novia?", etcétera; eso es así, dentro de la cabeza de "la gente" (ja, ja, ja), que todavía viaja en el pensamiento del siglo... ¿XIX?... ¿XX?... ¿XXI?... ¿IV?... ¡Ah, chinga, no tengo idea! El chiste es que aparece por todos lados la rebelión, la unión, la equidad de género, la igualdad (tan mal emparentada con la equidad), la libertad, la domesticación promovida por anuncios de champú (o "shampoo", como quieras entenderlo, no me importa), anuncio de televisión, televisión plagada de mujeres que hablan de la libertad de las mujeres y luego posan semidesnudas o desnudas en revistas para "caballeros", donde lo único que falta son "rascahueles", para hacer más intensas las fantasías de quienes pasan las horas viéndolas en los puestos de periódicos y luego las compran para masturbarse más tarde, cuando regresen de la escuela o del trabajo y que seguramente pasaron por tu mente como hombres gordos, barbones, apestosos o chamacos de secundaria, pero seguramente no te paso por la mente ninguna mujer masturbándose viendo las falsas mamas de "Ninel" en el Tv Notas ¿verdad? Porque los hombres son unos cerdos que gustan de ver fotografías muy cuidadas, muy bonitas, muy hermosas, hasta "artísticas" dirían algunos, de las mujeres que no podrán alcanzar nunca ni pasando las horas encaramándose al mejor aparato televisor "3D" del mundo. Pero tampoco esto es una invitación a dejar de soñar, ni a dejar de contemplar arte, ¿eh?.

Y podría pasarme la noche entera aquí, reflexionando el día, recordando una escena, el olor a caño que me acompaña todas las noches cuando arribo a Pantitlán, al que también me he acostumbrado y ya no siento asco, hasta lo extraño cuando arribo a la universidad y vuelvo a ver tanta miseria mental en la gente que me rodea y en mí; cuando el profe de Teoría nos dice entre líneas que no pensamos, que no movemos "el cerebelo" y pocos se dan cuenta de eso, cuando mis queridas amigas, que van en otro salón, me cuentan cómo sus compañeras se tornan arpías castrantes que realizan reuniones tribales para perjudicarlas y luego pienso que ésto se leerá como un sarcasmo mio, por mi modo de ser dirán algunos, pero no lo es, no es sarcasmo. Después reflexiono sobre el actuar de mis demás amigos, unos deciden no hacer nada, otros pasar de largo las clases, otros hablar de viajes, otros de lo nuevo que han comprado, otros de la nueva presa guapa a la que han echado ojo, otros que estallan de rabia un día y al otro pierden el compromiso, otros que esperan que yo diga algo y finalmente a mi mismo, me veo completamente en la desidia, derrumbado por lo que había creído que nunca me iba a someter, víctima y victimario, asesino, violado, baja deshonrosa en frente de todos, que no me ven, porque nunca me han visto, porque nunca supieron que ahí estaba, ni yo sabía que ellos estaban ahí. Yo, siendo parte de lo mismo que critico. Y siento que puede llegar la calma, que me puedo adaptar a toda la mierda visible e invisible que me rodea, que me voy acostumbrando, pero el recuerdo, la imagen de Pauchis enojándose por la injusticia, que no es más que la imagen, el recuerdo de mí mismo, todavía me sujeta, me hace aferrarme de algún modo a una casi imperceptible hebra de esperanza.

Todo lo anterior es para mis hermanos, mis amigos de Pantitlán y por supuesto para mí. 
Pero especialmente, dedico ésta entrada a "Pauchis", por soportarme todos estos días. A Rubén, por darme un abrazo. A Mariela, que siempre me recuerda que "ahí está". Y en general, al 215...


09 abril 2012

Recuerdos vivos

Ésta noche me ha atacado un dolor de cabeza como nunca me había ocurrido. No sé qué pasa, no entiendo. Cuando no entiendo algo entro en caos interno, desesperación, quiero gritar, escapar. Es como cuando me quedé mirando televisión y de pronto sentí que no podía moverme, ni respirar y comenzaba a ver millones de puntos negros que querían dejar mis ojos a oscuras. Nadie me escuchaba porque ni siquiera podía emitir sonido alguno. Paralizado, nadie cerca, sentí que algo podía desprenderse de mi. Por un momento quise dejarme ir hacia la nada, pero fue más el miedo de ir hacia esa nada o hacia esa oscuridad. Luché con todas mis fuerzas, mis fuerzas de mis pensamientos. Recorrí en la memoria, en menos de un segundo, a todas las personas que han marcado mi vida. Todavía no te conocía, pero hoy, con este dolor insoportable, en el que deseo dejarme ir a su voluntad... apareces, en menos de un segundo, y te quedas firme en esa sonrisa y ese día cuando hablabas de tu pasado, en ese árbol y yo escuchaba, sin dolor alguno. Este dolor me sigue aprisionando. Me pregunto si debo ir a la deriva. Y me sigues contando, ahora una lágrima sale de tu rostro. Ahora del mio también salen lágrimas de que no aguanto éste dolor, me duele, de verdad, como nunca. Te abrazo y sé que no puedo hacer nada. Ni todas las palabras que pudiera encontrar, así fueran las exactas, podrían siquiera plasmar mi sentimiento. El dolor comienza a quitar sus uñas de mi cerebro, pero se quiere llevar algo consigo. No lo permito. Es más esa fuerza, la de mis pensamientos. Comienzo a escuchar una canción, una guitarra suena en la computadora. Aquellos minutos que me acompañaste y yo cantaba, o hacía el intento de cantar. Y soportaste un concierto de tantas desconocidas piezas. Desconocido el origen de éste dolor, por eso me desespero, porque no entiendo, todo debería estar bien, normal, sereno, por qué comenzó, no lo sé. Y te molestaban, y reías y te sonrojabas. Como cuando lanzas palabras al público. ¿Qué no ves que nadie te presta atención? Y no te presta atención porque no quieran, sino porque no tienen ni idea de lo que estas hablando, porque ignoran esa ciencia, e ignoran tu esfuerzo. Yo lo he visto de cerca, lo he sentido contigo. Este dolor ojalá nunca lo sientas, de verdad es insoportable, quisiera volarme la cabeza y ordenar una de remplazo que me trajeran aunque fuera con cargos de envío. Así que no hay motivo para que tu voz se quiebre. Yo quisiera hacerte ver eso, a veces siento que no me dejas, pero no importa, yo estaré ahí, te lo he dicho. ¿Qué más da lo que suceda? Aprenderemos de lo vivido. ¿Qué más da si el dolor se queda? Algún día todos morimos, quizá hoy, quizá mañana, quizá en cincuenta años. Todo salió bien ¿que no? Peor estaba yo, que no sabía ni qué decir y no seguía mis propios consejos ¿Qué te parece esa gente? ¡Ja, ja! Luego lo reflexioné y sentí paz con tu abrazo tibio. ¡Qué paz cuando te escribo! ¡Qué calma de tu abrazo! ¡De verdad! ¡Quizá por eso insisto tanto! Y tanto, y tanto, y de a poco a poco, se desvanece éste dolor, que ya no aguantaba, que tu imagen fue tu alivio. Ahora escribo, casi dormido, debo atender mis fantasías dentro de mis sueños derretidos. Ahí todo pasa y es maravilloso. Lo malo es despertar y desear que regrese, no ese sueño si no el dolor, ese que libro en este instante, para atraer recuerdos de alivio, medicina: recuerdos vivos.