31 diciembre 2009

El Encuentro Infinito IV

Como si la traslación hubiese dejado un viento fugaz; como si la lluvia solar hiciera de los mareos radiales un infinitesimal veloz parpadeo; como si un planeta errante encontrara destino con solo detenerse a preguntar un momento; como si volver a la gran explosión durará unos cuantos segundos.

Así es realmente en escalas cósmicas. Así se encuentran, se miran, se hablan, circundan, cíclicamente, por tiempos incontables hasta el fin que no parece mostrarse. Así comienza de nuevo una cuenta limpia (al menos así parece). Así, los deseos se envuelven para intentar volverse realidad. Y la cuenta se reinicia después del último segundo que se sigue sumando.

24 diciembre 2009

Fiesta

Nunca me había sentido asqueado de tanta fiesta.

Así que para pronto: el viernes hubo fiesta, el sábado y domingo estuve alcoholizado en Xochimilco, luego el lunes en el colegio, el martes en Taxco, ayer me fui de paseo y hoy, bueno… Fiesta, la de al rato. Salud. Y todas esas cosas que se dicen en estas fechas… adiós.

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23 diciembre 2009

Legales, las bodas y adopciones para gays

La nota que causó debate hace unos días… ¿Usted qué opina?

Periódico La Jornada Martes 22 de diciembre de 2009, p. 29

Con el voto mayoritario de los diputados de PRD y PT, la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF) aprobó ayer las reformas al Código Civil de esta capital, mediante las cuales se legaliza el matrimonio entre parejas del mismo sexo, quienes incluso tendrán derecho a adoptar hijos.

Los coordinadores del PAN, Mariana Gómez del Campo, y del PRI, Israel Betanzos –quienes tuvieron el apoyo del PVEM–, anunciaron que promoverán una acción de inconstitucionalidad ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) y demandaron al jefe de Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, que vete esa disposición y no entre en vigor dentro de 45 días, como fija el dictamen avalado.

El debate en tribuna lo dieron los legisladores de PRD y PAN, quienes durante tres horas no sólo expusieron argumentos jurídicos, sino que llegaron a la confrontación verbal, a las acusaciones de corruptos e ignorantes, y al cuestionamiento de las preferencias sexuales de diputados o militantes partidistas.

Esto último obligó a los coordinadores de PAN, PRI y PRD a improvisar una reunión en el pleno para acordar que se pusiera alto a las descalificaciones desde la tribuna. Por lo que ordenaron a sus huestes no responder las alusiones y pasar a la votación del dictamen en lo general. En ese momento se comenzó a hacer historia: los diputados de PRD y PT sumaron 39 sufragios a favor de las reformas, contra 20 de PAN, PVEM y dos priístas: Emiliano Aguilar y Octavio West.

La maniobra del PAN contra esas reformas se vislumbró desde el primer momento, cuando el diputado Carlo Fabián Pizano presentó una moción suspensiva para que el dictamen sobre los matrimonios entre parejas del mismo sexo se regresara a comisiones, con el mismo argumento que utilizaron en el caso de las modificaciones en materia de aborto y la Ley de Sociedades de Convivencia: se está pretendiendo legislar al vapor, y es necesario más tiempo para su análisis. Su intento fue infructuoso, al desecharse el recurso legislativo por 35 votos contra 26.

El perredista David Razú, promovente de la iniciativa, argumentó que las reformas al Código Civil no buscan sino el reconocimiento de derechos para un sector social, al que permanentemente y de manera por demás injustificada se le han negado, sin que esto vulnere el derecho de ninguna otra persona o grupo social. Remachó:quienes se oponen no han podido producir un solo argumento válido en términos de pérdidas de derechos sobre el concepto actual del matrimonio.

20 diciembre 2009

Lectura y Posadas

Recordando un poco lo que se publicaba en la entrada "La lectura en México", recordaba que mencionaba algo así como el hecho de que somos malos en la lectura a nivel nacional pero que no lo sabemos porque no lo hemos leído:

Era la posada, el recorrido tradicional, el frío de siempre y el ponche que lo amortigua. Después llegaron las piñatas; únicamente tres, pero no importa.

Las piñatas fueron llenadas con fruta, dulces, juguetes y varios papeles pequeños con leyendas: "Vale por $10, vale por $20". Había unos diez papelitos por piñata.

Observaba cómo pasaban todos a intentar romperlas y cuando lo lograban, corrían desesperadamente a recoger lo que pudieran. Pude notar que varios de los intrépidos tomaban los papelitos con las leyendas de dinero. Algunos los guardaban en sus bolsas, otros los dejaron tirados. Esto se repitió en todas las piñatas.

Al final, nadie reclamó su dinero. Me pregunto si tiene algo que ver con la cuestión de la lectura o si realmente la modestia y humildad entre la gente es capaz de existir.

También me pregunto si esta entrada será leída por alguien que no sea algún conocidillo… o yo.

19 diciembre 2009

Mis profesores

BREVÍSIMA RESEÑA DE CARL SAGAN

   

Carl Edward Sagan (Brooklyn, Estados Unidos; 9 de noviembre de 1934 – Seattle, Estados Unidos; 20 de diciembre de 1996)1 2 fue un popular astrónomo y divulgador científico de Estados Unidos. Fue pionero en campos como la exobiología y promotor del proyecto SETI (literalmente Búsqueda de inteligencia extraterrestre). Conocido por el gran público por la serie para la televisión de Cosmos: Un viaje personal, presentada por él mismo y escrita junto con su tercera y última esposa, la científica Ann Druyan (también estuvo casado con la prestigiosa bióloga Lynn Margulis). Fue titular de la cátedra de astronomía y ciencias del espacio de la Universidad Cornell en Estados Unidos.

http://es.wikipedia.org/wiki/Carl_Sagan

   

Carl Sagan muere en 1996. EL MUNDO Y SUS DEMONIOS se convierte en una de sus mejores publicaciones. Ésta se publica en 1997, por lo que no pudo verla publicada ni saber de las reacciones que produciría.  

Para los novatos en la lectura de Sagan, cabe mencionar que antes de cada capítulo o parte de sus libros, agrega algunas reflexiones, citas literarias o frases célebres, con la intención de darle un mayor sentido y una mejor comprensión. Aunque leer Sagan… es como leer un cómic de la ciencia… Valga la vulgar metáfora. 

He aquí el prefacio de: EL MUNDO Y SUS DEMONIOS 

Prefacio

MIS PROFESORES 

Era un día de tormenta en el otoño de 1939. Afuera, en las calles alrededor del edificio de apartamentos, las hojas caían y formaban pequeños remolinos, cada una con vida propia. Era agradable estar dentro, a salvo y caliente, mientras mi madre preparaba la cena en la habitación contigua. En nuestro apartamento no había niños mayores que se metieran con uno sin razón. Precisamente, la semana anterior me había visto envuelto en una pelea… no recuerdo, después de tantos años, con quién: quizá fuera con Snoony Agata, del tercer piso… y, tras un violento golpe, mi puño atravesó el cristal del escaparate de la farmacia de Schechter. 

El señor Schechter se mostró solícito; <<No pasa nada, tengo seguro>>, dijo mientras me untaba la muñeca con un antiséptico increíblemente doloroso. Mi madre me llevó al médico, que tenía consulta en la planta baja de nuestro bloque. Con unas pinzas extrajo un fragmento de vidrio, y provisto de aguja e hilo, me aplicó dos puntos. 

<<¡Dos puntos!>>, había repetido mi padre por la noche. Sabía de puntos porque era cortador en la industria de la confección; si trabajo consistía en cortar patrones -espaldas, por ejemplo, o mangas para abrigos y trajes de señora- de un montón de tela enorme con una temible sierra eléctrica. A continuación, unas interminables hileras de mujeres sentadas ante máquinas de coser ensamblaban los patrones. Le complacía que me hubiera enfadado tanto como para vencer mi natural timidez. 

A veces es bueno devolver el golpe. Yo no había pensado ejercer ninguna violencia. Simplemente ocurrió así. Snoony me empujó y, a continuación, mi puño atravesó el escaparate del señor Schechter. Yo me había lesionado la muñeca, había generado un gasto médico inesperado, había roto un cristal, y nadie se había enfadado conmigo. En cuanto a Snoony, estaba más simpático que nunca. 

Intenté dilucidar cuál era la lección de todo aquello. Pero era mucho más agradable intentar descubrirlo en el calor del apartamento, mirando a través de la ventana de la sala la bahía de Nueva York, que arriesgarme a un nuevo contratiempo en las calles. 

Mi madre se había cambiado de ropa y maquillado como solía hacer siempre antes de que llegara mi padre. Casi se había puesto el sol y nos quedamos los dos mirando más allá de las aguas embravecidas. 

-Allí afuera hay gente que lucha, y se matan unos a otros-dijo haciendo una señal vaga hacia el Atlántico. Yo miré con atención.

-Lo sé-contesté-. Los veo.

-No, no los puedes ver-repuso ella, casi con severidad, antes de volver a la cocina-. Están demasiado lejos.

¿Cómo podía saber ella si yo los veía o no?, me pregunté. Forzando la vista, me había parecido discernir una fina franja de tierra en el horizonte sobre la que unas pequeñas figuras se empujaban, pegaban y peleaban con espadas como en mis cómics. Pero quizá tuviera razón. Quizá se trataba sólo de mi imaginación; como los monstruos de media noche que, en ocasiones, todavía me despertaban de un sueño profundo, con el pijama empapado de sudor y el corazón palpitante. 

¿Cómo se puede saber cuando alguien sólo imagina? _Me quedé contemplando las aguas grises hasta que se hizo de noche y me mandaron a lavarme las manos para cenar. Para mi delicia, mi padre me tomó en los brazos. Podía notar el fío del mundo exterior contra su barba de un día. 

Un domingo de aquel mismo año, mi padre me había explicado con paciencia el papel del cero como punto de origen en aritmética, los nombres de sonido malicioso de los números grandes y que no existe el número más grande (<<Siempre puedes añadir uno más>>, decía). De pronto me entró una compulsión infantil de escribir en secuencia todos los números enteros del uno al mil. No teníamos ninguna libreta de papel, pero mi padre me ofreció el montón de cartones grises que guardaba cuando le traían las camisas de la lavandería. Empecé el proyecto con entusiasmo, pero me sorprendió lo lento que era. Cuando me encontraba todavía en los cientos más bajos, mi madre anunció que era la hora del baño. Me quedé desconsolado. Tenía que llegar a mil. Intervino mi padre, que toda la vida actuó de mediador: si me sometía al baño sin rechistar, él continuaría la secuencia por mí. Yo no cabía en mí de contento. Cuando sólo un poco después de la hora habitual de acostarme. La magnitud de los números grandes nunca ha dejado de impresionarme. 

También en 1939, mis padres me llevaron a al Feria Mundial de Nueva York. Allí se me ofreció una visión de un futuro perfecto que la ciencia y la alta tecnología habían hecho posible. Habían enterrado una cápsula llena de artefactos de nuestra época, para beneficio de la gente de un futuro lejano… que, asombrosamente, quizá no supiera mucho de la gente de 1939. el <<mundo del mañana>> sería impecable, limpio, racionalizado y, por lo que yo podía ver, sin rastro de gente pobre. 

<<Vea el sonido>>, ordenaba de modo desconcertante un cartel. Y, desde luego, cuando el pequeño martillo golpeaba el diapasón aparecía una bella onda sinusoide en la pantalla del osciloscopio. <<Escuche la luz>>, exhortaba otro cartel. Y, cuando el flash iluminó la fotocélula, pude escuchar algo parecido a las interferencias de nuestra radio Motorola cuando el dial no daba con la emisora. Sencillamente, el mundo encerraba una serie de maravillas que nunca me había imaginado. ¿cómo podía convertirse un tono en una imagen y la luz en un ruido? 

Mis padres no eran científicos. No sabían casi nada de ciencia. Pero, al introducirme simultáneamente en el escepticismo y lo asombroso, me enseñaron los dos modos de pensamiento difícilmente compaginables que son la base del método científico. Su situación económica no superaba en mucho el nivel de pobreza. Pero cuando anuncié que quería ser astrónomo recibí un apoyo incondicional, a pesar de que ellos (como yo) sólo tenían una idea rudimentaria de lo que hace un astrónomo. Nunca me sugirieron que lo mejor sería más oportuno que me hiciera médico o abogado. 

Me encantaría poder decir que en la escuela elemental, superior o universitaria tuve profesores de ciencias que me inspiraron. Pero, por mucho que buceo en mi memoria, no encuentro ninguno. Se trataba de una pura memorización de la tabla periódica de los elementos, palancas y planos inclinados, la fotosíntesis de las plantas verdes y la diferencia entra la antracita y el carbón bituminoso. Pero no había ninguna elevada sensación de maravilla, ninguna indicación de una perspectiva evolutiva, nada sobre las ideas erróneas que todo el mundo había creído ciertas en otra época. Se suponía que en los cursos de laboratorio del instituto debíamos encontrar una respuesta. Si no era así, nos suspendían. No se nos animaba a profundizar en nuestros propios intereses, ideas o errores conceptuales. Al final del libro de texto había material que parecía interesante, pero el año escolar siempre terminaba antes de llegar a dicho final. Era posible ver maravillosos libros de astronomía, por ejemplo, en las bibliotecas, pero no en la clase. Se nos enseñaba la división larga como si se tratara de una serie de recetas de un libro de cocina, sin ninguna explicación de cómo esta secuencia particular de divisiones cortas, multiplicaciones y restas daba la respuesta correcta. En el instituto se nos enseñaba con reverencia la extracción de raíces cuadradas, como si se tratara de un método entregado tiempo atrás en el monte Sinaí. Nuestro trabajo consistía meramente en recordar lo que se nos había ordenado: consigue la respuesta correcta, no importa que entiendas lo que haces. En segundo curso tuve un profesor de álgebra muy capacitado que me permitió aprender muchas matemáticas, pero era un matón que disfrutaba haciendo llorar a las chicas. En todos aquellos años de escuela mantuve mi interés por la ciencia leyendo libros y revistas sobre realidad y ficción científica. 

La universidad de la realización de mis sueños; encontré profesores que no sólo entendían la ciencia sino que realmente era capaces de explicarla. Tuve la suerte de estudiar en una de las grandes instituciones del saber de la época: l a Universidad de Chicago. Estudiaba física en un departamento que giraba alrededor de Enrico Fermi; descubrí la verdadera elegancia matemática con Subrahmanyan Chandrasekhar; tuve la oportunidad de hablar de química con Harold Urey; durante los veranos fui aprendiz de biología con H. J. Muller en la Universidad de Indiana; y aprendí astronomía planetaria con el único practicante con plena dedicación de la época, G. P. Kuiper. 

En Kuiper vi por primera vez el llamado cálculo sobre servilleta de papel; se te ocurre una posible solución a un problema, coges una servilleta de papel, apelas a tu conocimiento de física fundamental, garabateas unas cuantas ecuaciones aproximadas, las sustituyes por valores numéricos probables y compruebas si la respuesta puede resolver de algún modo tu problema. Si no es así, debes buscar una solución diferente. Es una manera de ir eliminando disparates como si fueran capas de cebolla. 

En la Universidad de Chicago también tuve la suerte de encontrarme con un programa de educación general diseñado por Robert M. Hutchins en el que la ciencia se presentaba como parte integral del maravilloso tapiz del conocimiento humano. Se consideraba impensable que un aspirante a físico no conociera a Platón, Aristóteles, Bach, Shakespeare, Gibbon, Malinowsky y Freud… entre otros. En una clase de introducción a la ciencia se nos presentó de modo tan irresistible el punto de vista de Tolomeo de que el Sol giraba alrededor de la Tierra que muchos estudiantes tuvieron que replantearse su confianza en Copérnico. La categoría de los profesores en el programa de Hutchins no tenía casi nada que ver con la investigación; al contrario -a diferencia de lo que es habitual en las universidades norteamericanas de hoy-, se valoraba a los profesores por su manera de enseñar, por su capacidad de transmitir información e inspirar a la futura generación. 

En este ambiente embriagador pude rellenar algunas lagunas de mi educación. Se me aclararon muchos aspectos que me habían parecido profundamente misteriosos, y no sólo en la ciencia. También fui testigo de primera mano de la alegría que sentían los que tenían el privilegio de descubrir algo sobre el funcionamiento del universo. 

Siempre me he sentido agradecido a mis mentores de la década de 1950 y he hecho lo posible para que todos ellos conocieran mi aprecio. Pero cuando echó la vista atrás me parece que lo más esencial no lo aprendí de mis maestros de escuela, ni siquiera de mis profesores de universidad, sino de mis padres, que no sabían nada en absoluto de ciencia, en aquel año tan lejano de 1939. 

CARL SAGAN

EL MUNDO Y SUS DEMONIOS

"La ciencia como una luz en la oscuridad"

 

14 diciembre 2009

Lo normal

Despiertas. Día de trabajo. Miras el reloj despertador con cierto odio. Te pones de pie y vas al baño: la descarga obligada. Preparas todo para el baño. Te bañas. Sales de la regadera con mejor rostro. Te vistes, etcétera. A esta hora tu hijo debe estar listo para partir contigo rumbo a la escuela. Hoy no es la excepción. Pero hoy, al igual que hace unos años, no sientes la alegría de esa primera vez que le llevaste al colegio. Vamos, dices, y tu hijo te toma la mano. Salen de casa. Nos vemos al rato, gritas desde la puerta, a tu pareja que aún está durmiendo. Sales de casa. Subes al auto y lo enciendes. Tu hijo sube después ya que se le ha resbalado un poco la mochila del hombro. Apúrate que se hace tarde, imperas. Ya voy, ya voy, responde tu hijo. Una vez dentro, comienza la marcha. Un poco de tráfico, lo normal. Ningún lugar para estacionarse, lo normal. Ahí en segunda fila, además es rápido, no me tardo nada, piensas. Apagas el motor. Ya bájate, no se te olvide salir rápido a la hora de salida porque no estoy como para esperarte todo el tiempo, recuerda que tengo trabajo que hacer y pasaré rápido por ti; anda, vamos. Guías a tu hijo, pues siempre camina detrás de ti, a través de la acera, y en la puerta te detienes. Apúrate niño, rápido que se me hace tarde y dejé el auto en doble fila. Si, ya voy… te quiero, dice tu hijo y se despide dándote un beso en la mejilla. Sí, sí, respondes. Y se va. Espero no llegar tarde al trabajo, llevas eso en mente de camino al auto. Después de un viaje de treinta minutos y cinco perdidos, llegas tarde. Piensas en que por llevar a tu hijo temprano y por sus retrasos has llegado tarde de nuevo. Así, comienza tu día: revisas pendientes, ordenas a tu secretaria un café. Reunión con tu superior en cinco minutos. Su café… Sí, sí, ahí déjalo, tengo una reunión, ahorita regreso. Lo mismo de siempre durante la reunión. Regresas a la oficina una hora después. Oye, me preparas otro café, pides a la secretaría. Después de un rato, el café en tu escritorio: se pasó de azúcar, piensas, y lo haces a un lado (dejarás la taza con el café servido olvidada durante toda la jornada). Teclear hasta las dos de la tarde en el ordenador. Tu hijo sale a las tres del colegio. Tiempo de partir rumbo a la escuela. Una revisión de último momento que te demora quince minutos. Ya vas con retraso y a estas horas rumbo al colegio el tráfico es pesado. Al fin llegas. Buenas tardes señor, te dicen en la entrada del colegio. Buenas tardes, disculpe la tardanza, pero es que ya sabe: el trabajo, el tráfico… dices para excusarte. Aquí está, su hijo con todas sus cosas. Bien, gracias, hasta luego, y caminas, como es tu costumbre, delante de él, que intenta decirte que le han llamado la atención hoy por haberse envuelto en una pelea. Solo escuchas “pelea” de entre todo lo que comenta tu hijo. Cómo que pelea, con quién, que pasó, le preguntas a tu hijo levantando el volumen de tu voz. Lo que pasa es que… Interrumpes: Sabes qué, no quiero saber nada, tengo mucho trabajo, te voy a pasar a dejar y regreso al trabajo, vámonos. Conduces con más velocidad rumbo a tu casa. Qué no piensas en las consecuencias, por qué no puedes actuar normalmente, a qué te mando a la escuela, qué no ves el esfuerzo que hacemos para pagarte un buen colegio, y tú, sales con estas cosas, de verdad que abusas, regañas a tu hijo. Pero es que… intenta defenderse pero vuelves a interrumpirle: Pero es que nada, te callas. Y te pones a pensar si merece un castigo físico o si merece suspendérsele un privilegio por un mes, dos, o quizá tres… Llegas a casa y dejas a tu hijo, que entra con rostro preocupado; aún así te dice: Adiós, nos vemos al rato. No me hables ahorita que estoy muy enojado contigo, respondes. Conduces de nuevo, dirección: la oficina. Así, termina la jornada y sales sin despedirte de nadie. Llegas a casa, tu hijo ya duerme, tu pareja también, ya no recuerdas lo de la pelea, ni quieres recordarlo. Solo quieres ver televisión hasta que el cansancio te obligue a dormir. Vas a dormir. Lo normal.

Despiertas. Día de trabajo. Miras el reloj…