Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad,
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en tentación
y líbranos del mal.
Amén.
Cada noche, después de cada jornada, antes de comenzar el viaje hacia el incierto mundo del sueño, mi padre se acercaba a la cama de ambos y decía: repitan ésta oración.
Pasados los años, recuerdo ésto como un momento de tranquilidad, de intentar olvidar todos los problemas de cada día para dejar la conciencia propia de un niño, en manos de otros, en manos de los adultos, en manos de mis padres.
Ahora, no soy adepto de algún culto religioso, sin embargo no dejo de recordar aquellos momentos, era simplemente, tranquilizante. ¡Cómo extraño estar tranquilo! Extraño también, los momentos en que podía sentarme a platicar con él, o ir al parque cada sábado para jugar fútbol, tirarnos en el pasto, mirar el cielo, formar imágenes con las nubes que pasaban, o simplemente perderse en el azul infinito junto con el viento incansable que tocaba nuestros rostros. Eran días de inocencia. Era un niño entonces.
No sé en que momento me permití olvidar esa parte tan escencial para la tranquilidad mía, ahora vivo angustiado día a día con todas las problemáticas generadas y guardadas al pasar del tiempo, se crece física y mentalmente cada día, pocas horas para descansar, poco tiempo para privarse de lo ajeno, poco tiempo para pensar en uno mismo. ¿Será que el mundo es eso? ¿será que mi imaginación de niño no me permitía ver las realidades amargas y dulces de la vida y el trabajo? ¿será entonces que debo recordar, imaginar de nuevo, intentar crear el mundo que alguna vez soñe? ¿será?
Un sin fin de interrogantes, una llevando a la otra hasta rozar el punto infinito.
Extraño verlo en las mañanas, en las noches, los fines de semana son los únicos que pudieran parecer momentos para ambos, para ver la televisión, para salir a dar un paseo, en fin; pero siempre decido alejarme. Últimamente me han pasado por la cabeza, pensamientos mortales, imágenes de la creación mental que me ponen en un mundo terriblemente posible, la muerte, el no decir algo a tiempo ¿y si mañana pasa ésto? ¿y si mañana pasa lo otro? ¿y si mañana ya no estoy aquí? ¿y si se va?
Comienza de nuevo el camino al infinito, al recordar, al llegar al punto inicial de la vida misma, cosa entendible por mí, o al menos eso creo.
Para aquellos que han terminado de leer, agradezco la atención puesta en mis pensamientos escritos, la intención del verso del "Padre nuestro" no es más que la representación propia de mi memoria de niño, en aquellos momentos de tranquilidad ahora olvidada. No es mi intención comenzar o profesar cuestiones religiosas.
La imágen representa la luz de la inocencia que al pasar del tiempo se va perdiendo, y como el cerillo en la oscuridad, un día habrá de acabarse, o a iluminar con más fuerza. Es una representación de mi presente.
Gracias.