13 julio 2009

La Última Semana

El lunes, fue ensayo, nada más.

El martes, lo mismo.

El miércoles comenzó lo bueno. Nos fuimos al six flags y estando allá, hice grupo con Ricardo y lo chavos que quisieran juntarse con nosotros. Se juntaron puras mujeres, más adelante, el famosísimo "Quique" se juntó, pero fue porque venía con nosotros su querida pretendiente, no por otra cosa.

Hicimos fila en el "Superman", que no estuvo funcionando adecuadamente, pero alcanzamos a subirnos. Después fuimos a una canoa donde varios salimos mareados, tambièn subimos al "Huracán", al "Kilawea", al "Batman", y creo que ya. Pero fue un paseo de risas, bromas y pizza. La hora de la comida estuvo marcada porque me comí lo que los chavos dejaban (es que no hay que desperdiciar la comida). Total, nos divertimos como nunca (al menos yo), nos burlamos todos de todos y en el viaje de ida y vuelta, también nos reimos bastante.

Eljueves fue el "torneo de futból" que cada vez está peor. En los campos feos de tierra, pero aún así jugamos. Hice equipo con unos amigos que no veía de hace tiempo y jugamos contra el combinado del colegio. En cancha chica, los viejos (nosotros), somos muy malos. En cancha grande, aquellos son una basura. Jo, jo. Anoté un gol y una fuerte patada de Gerardo.

Más tarde estuvimos en el colegio arreglando los instrumentos, puliéndolos y demás. Vestí la corneta de Ricardo y encontré un modo para evitar que los faldones se cayeran. Mi pierna me estaba doliendo mucho.

El viernes fue el último día. La hora de la verdad. La hora del final. La ceremonia comenzó como siempre. Más de lo mismo de cada año, etcétera. Y luego, salió la banda a hacer su evolución. El nervio me comía como nunca. Por primera vez iba a tocar la caja en público en un evento así. Y allá fui con mi caja vestida. Me equivoqué, pero nadie se dio cuenta (dentro del público, porque el público no sabe lo que vas a hacer y piensa que todo está planeado) a excepción de las demás cajas. Ricardo no podía tocar, quién sabe por qué. Los chavos sacaron el trabajo. Lo hicieron bien.

Después, más entrega de reconocimientos, bla, bla, bla. Y Karen, al final, dio unas palabras para todos los presentes pero sobre todo, para sus amigos, a los que en su mayoría dejará de ver para siempre. Fue emotiva esa parte, casi se me salen las lagrimas de cocodrilo, pero me tenía que aguantar. La que no aguantó fue Brenda, a la que escuché sollozar y volteé a verla con gesto de "aguántese, párese bien"... Sí, claro... luego yo.

Al final, la entrega de documentos y los últimos abrazos. Se despidió de mi Karen, Vianney, Misael, "Pepe", Michel (¡Ah! Ese Michel deseo que le vaya muy bien) y creo que ya. Los suficientes.

Total, les deseo éxito. Ya los veré por ahí.

El sábado estuve en casa de Armando y no fui a la fiesta de el "cara de papa" (no me pregunten porque le decimos así, creo que es obvio).

El domingo, que es para mi el séptimo día, dije: Si Dios, después de hacer el mundo descansó ¿por qué yo no?

Claro, cómo no. -¡Solo descansan los muertos!- dijo mi madre, y me puse a hacer quehacer.

Atenea en la colonia

Ojalá, la mística diosa viniera a saludarme, pero no se trata de ello.

Comenzó, desde hace unos meses, a circular por mi colonia el autobús de pasajeros de la Red de Transporte Colectivo (RTP) del programa "Atenea", en el que se prescinde del sexo masculino (a menos que vaya acompañado de su señora madre y sea, este hombre, un niño) para ser, dicho autobús, de uso exclusivo de mujeres.

Jamás pensé que este programa llegaría a estos rumbos de la ciudad.

Desde que inició la campaña de "Atenea" impulsada por el gobierno del Distrito Federal, me sentí ofendido, insultado, sobajado, impotente y también me sentí decepcionado por tal proyecto, por mi ciudad y por la sociedad mexicana.

¿Cómo es posible que exista algo como esto? En pleno siglo XXI, cuando los problemas internacionales (tambièn nacionales) más importantes son que el terrorismo, que el calentamiento global, que la guerra en medio oriente, que la crisis, que la influenza, que como habremos de llegar a vivir en la luna, etcétera; surgen este tipo de ideas que tienen como base el crear una conciencia sobre la problemática de género en la población.

Actualmente vivimos en una sociedad más equitativa en cuanto oportunidades se refiere, sin embargo, existe una gran marginacion dentro de la convivencia cotidiana. Es cierto que la sociedad necesita crear normas que mejoren dicha convivencia, pero ¿Creando rutas de transporte exclusivas para mujeres? ¿por qué no para hombres? ¿porque a nosotros no nos tocan las manoseadas en el metro o autobuses? ¿porque nosotros aguantamos más y mejor los empujones? ¡Por favor! No entiendo, en profundidad, la idea de este programa, solo sé lo que ocasiona es un resago en el civismo, que de por sí está por los suelos, y remarca con nuevas tintas la discriminación. Lo veo como si le dieras a un perro de comer cinco huesos cuando el veterinario te ha dicho que solo le des croqueta; el perro se enferma del estómago, y como eres necio y crees que el problema es la cantidad de huesos, ahora le das solo uno o dos, pero el animal sigue enfermo. ¿Veterinarios, son los que necesitamos para sanar de la falta de cultura?

Es cierto que las mujeres siguen siendo manoseadas en el metro, insultadas, etcètera, por los hombres. Tambièn es cierto que viajan peor que nosotros, en el metro, cuando usan los vagones exclusivos de mujeres. Es decir, que ni entre mujeres se entienden. Ni las feministas tienen idea de como resolver esta problemática, y muchas de ellas solo se dedican a insultar al género masculino. Reconozco que hay demasiado macho por ahí. ¿Qué se hace entonces? ¿Sacamos, los hombres, nuestro autobus en un porgrama llamado "Baco"? ¿Dónde está el problema?

No creo que la solución sean este tipo de programas civiles (mucho menos cuando son propuestos por un imbècil que tenemos como gobernante), ni tampoco es ponerse a gritar consignas uno contra otro, ni mirarnos feo por ser tal o cual. Creo en la igualdad, la procuro profesar y practicar aunque a veces pueda parecer uno descortés. Porque hay que decir que hay mujeres que aprovechan su rol de "dama" para ejercer "fuerzas místicas" para hacer que los hombres cedan ante ellas. Creo también que hay que cambiar la concepción de los términos de "caballero" y "dama", porque ambos parecen estar más apegados al Manual de Carreño que a la modernidad que nos alcanza y nos rebasa en muchos aspectos. Dejar de justificarnos en nuestra actitud por ser "mexicanos", o "mexicanitos", o "un país tercer mundista", o "jodidos" o lo que sea. Cambiar eso. Y solo existe una manera de hacerlo, que es la solución y el problema de todo. Señoras y señores, hace falta: EDUCACIÓN.

Así, con mayúsculas.

Eso opino...

02 julio 2009

Vive... vivo, vivir, vida (Manual de Autoayuda /2)

MANUAL DE AUTYOAYUDA/2 Mauricio Carrera

La vida es el pequeño guión entre tu fecha de nacimiento y la de tu muerte Marisa Escribano

“¿Acaso no es una crueldad demasiado grande jugárselo todo en una sola existencia?”, como se pregunta Susanna Tamaro. Si pudiéramos enmendarla, corregirla, la vida sería perfecta. No lo es. No hay escuelas para la vida, sólo la vida misma. El desconcierto de sabernos vivos. “El inconveniente de haber nacido”, como dice Cioran. El milagro de una existencia no pedida y sin embargo valiosa y amada hasta el punto de asustarnos y rehuir la tumba fría, el más allá, si lo hay. A la eternidad con que los niños contemplan su propio paso por el mundo, se opone la brevedad que es como una queja triste en la sabiduría de los ancianos. La vida, bien mirado, es absurda, corta, sin sentido. Henry Miller lo describió muy bien: “Estoy en contra de la vida por principio. ¿Qué principio? El principio de la inutilidad de las cosas”. Tanta vida, para qué. ¿Para qué, si nuestro destino es precipitarnos en el abismo de la muerte, en la angustia de algún día dejar de ser? No poseo argumentos irrevocables ante este hecho contundente y falto de amorosa ternura, así como de la más prístina lógica. Sólo sobrevive una infinita angustia, una enorme protesta que se estrella contra el muro de lo absurdo, el coqueteo religioso que nunca me convence, la posibilidad siempre presente del suicidio como forma extrema de subversión, y la convicción de que para no caer en la abulia o la tristeza del ser, hay que aferrarse a algo, lo que sea, como si se tratara de un madero metafísico en el cotidiano naufragio de nuestra existencia. Hay quien se mete a una iglesia y tiene suficiente. Hay quien encuentra un poco de consuelo e inmortalidad en cada hombre o mujer que seduce. Hay quien toma cursos para reencarnar o se inventa un mundo lleno de ángeles benéficos y de la celestial luz que se ve al final del túnel. Hay quien se redime en los hijos. Yo soy más simple. Sencillo, común y corriente, si se quiere. Me aferro a algo muy particular y poco valorado. Nuestra singularidad. Somos, por nuestro carácter efímero, únicos e irrepetibles. Nunca, en todo el universo, nadie más como yo, como tú, como nosotros. Eso nos hace, más que frágiles y breves, extraordinarios. Especiales. Distintos. No sé si es la respuesta al misterio, pero a mí me sirve. Me digo, sin sonrojarme: ya que estamos aquí, a vivir, y me alzo de hombros ante aquello que no me gusta del mundo y de la vida. Sucumbamos ante “el horrible vicio de vivir”, como diría José Revueltas. Hagámoslo con la alegría del que sabe que la vida es corta pero a quién le importa. Que la vida duele pero también sonríe. Lloremos, sí, porque el llanto es inevitable cuando se vive, pero también cantemos y bailemos, procuremos la felicidad de respirar, de amar, de contemplar un amanecer o de caminar descalzos por la playa, de reconocernos vivos en cada latido, en cada respiración, en cada caricia, en cada parpadeo. La consigna es aprovechar el día. Hacer como si se tratara del último de nuestra vida. El carnaval, más que lo plañidero del rencor, la abulia o lo fúnebre. Ser curiosos. Sentir, oler, disfrutar, conocer, gozar, no quedarse con las ganas de algo, antes de convertirnos de nuevo en el polvo que somos. Lo dijo Borges: comamos un poco más de helado y menos habas. “Si pudiera vivir nuevamente mi vida, en la próxima, no intentaría ser tan perfecto; me relajaría más. (…) Correría más riesgos, haría más viajes, contemplaría más atardeceres, subiría más montañas, nadaría más ríos”. Lo dice un anuncio televisivo: la vida es corta, comamos primero el postre. Lo dulce del mundo. Se vive solamente una vez. Lo demás son patrañas metafísicas con olor a incienso o a cuento de hadas. Solamente una vez. Que sea éste el motor de nuestros actos, no para deslindarnos de nuestros errores y defectos sino para pulir hasta donde se pueda nuestra maravillosa y singular existencia. No nos dejemos abatir por lo cotidiano, por supuesto áspero, vulgar y altanero. Dejemos huella por lo que hicimos, no por lo que quisimos hacer. Hay gente que vive, aunque no ha nacido nunca. Tal vez nos hubiera gustado ser de otra manera –nacer en mejor cuna, tener éxito en todo, poseer el don de la palabra, ser monedita de oro, contar con un espejo fiel a nuestra verdadera belleza-, pero somos lo que nos tocó ser y no hay más. Creémonos una existencia, una razón de vida, una felicidad furiosa. Aferrémonos a estar en un mundo terrible y bello, y nuestro, pésele a quien le pese. Si cuando nacimos el mundo sonrió y nosotros lloramos, que a la hora de nuestra partida sea al revés: que los demás lloren y nosotros nos despidamos con una sonrisa. Somos féretros con sueños, polvo enamorado, una ridícula nada, sí, pero también un momento único en el universo, una pasión inútil, un absurdo, una intensa casualidad convertida en milagro.

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