II
Más tarde llegaron las autoridades correspondientes e hicieron su labor. Yo no permanecí en el lugar para entonces, de hecho no recuerdo cómo fue que regresé a casa, en qué momento, solo sé que llegué y volví al comedor. Ya estaba anocheciendo para entonces, mi comida estaba completamente fría y mi apetito desaparecido.
Sé que he dicho que me he quedado impresionado como un millón de veces, pero no tengo otra forma de describir tales sucesos. Por un momento pensé que estaba soñando, que era cuestión de cosas vividas o algo por el estilo, pero al suceder el accidente y sentir el calor del motor aún funcionando de la camioneta y los gritos de la mujer al ver a quien supongo era su hija, no cabe duda de que todo estaba sucediendo.
Y para aclarar lo que pasó en el accidente:
La camioneta se acercó al cruce con gran velocidad, la conductora no vio que el semáforo estaba a punto de cambiar a rojo, una persona ya estaba cruzando la avenida y la camioneta no alcanzó a detenerse; intentó frenar sin éxito, derrapó y fue a chocar con el poste del semáforo, la niña salió disparada por el parabrisas, la mujer que cruzaba la calle intentó correr y tropezó víctima del susto o qué se yo, pero al caer se golpeó la cabeza. Lo demás ya lo he contado.
De nuevo en mi mirada puesta en la sopa fría, busqué la foto con la mirada y la encontré debajo del comedor; seguramente la había tirado al momento de salir a ver lo del accidente. Y en efecto, de nuevo se encontraba en blanco, pero esta vez, al acercarla a mis ojos, ninguna figura se dibujó ni aparecían colores extraños en el papel. Ahora simplemente se había quedado en blanco.
Horas más tarde, salí a caminar un poco por el otro lado de donde lo ocurrido, pero aún así, el tema estaba en boca de todos y algunos me detenían para preguntarme lo que había ocurrido pues me habían visto en el lugar del accidente junto a la niña. Yo respondía con educación pero sin ofrecer detalles de lo que había presenciado, para evitar aglomeraciones a mi alrededor.
Realmente estaba llegando a un punto en el que quién pasara y volviera a preguntar, seguramente le contestaría con un golpe o un escupitajo, la gente estaba fastidiándome demasiado hasta que me encontré con Rafael, un viejo amigo de la secundaria. Él me libró de un montón de señoras que estaban próximos a rodearme por completo. Al fin alguien me hacía sonreír este día de tantas cosas extrañas.
Caminamos sobre el camellón de la Av. Marruecos, recordábamos viejos tiempos, también viejos amores, viejas borracheras, etcétera. Pasábamos las primeras horas de la noche de manera alegre, por un momento había olvidado todo, pero en uno de esos momentos en los que nadie dice nada, me recordé de las fotografías, el noticiero y el accidente en la esquina de mi calle. Creo que mi rostro cambió inmediatamente por que Rafael me preguntó qué me pasaba. No respondí nada claro, uno que otro balbuceo, algo para quitarme su mirada insistente de encima, pero es difícil hacer eso a un amigo que te conoce desde la infancia prácticamente.
Cedí ante su mirada insistente. Le conté lo ocurrido, todo, desde que tomé la foto en blanco hasta la niña muerta de hacía unas horas. Su rostro fue sereno, parecía no haberle importado la historia. Como si le hubiera contado un mal chiste. Y así como si nada, me lanzó una pregunta que me irritó de sobremanera, me preguntó que cómo iba con mi tratamiento de la migraña. Sí, otro asuntito secreto de mi de pronto enfermiza vida.
Resulta que padezco de esta situación y llevaba un tratamiento desde hace un tiempo, que sinceramente deje de llevar por pura pereza. Además, de una extraña manera, los ataques dejaron de aparecer desde que dejé el tratamiento. Entenderán, pues, que no tenía razones para pensar que lo que había visto era producto de mi imaginación, además los hechos estaban ahí. También soy un hombre, sino científico, que se apega a la ciencia para intentar resolver los misterios de la naturaleza, por lo que aún esta situación intentaba darle alguna explicación lógica a todo lo ocurrido y no me aferraba a seres divinos ni piedras milagrosas. Por todo lo anterior, su pregunta sobre la migraña me hizo irritar de esa forma, detuve la caminata y le pedí que no se volviera a acercar a mi casa. Fue algo duro todo aquello, pero creo que si un amigo no podía creer algo tan importante para mí y además quisiera hacerme ver que puedo estar imaginando cosas, entonces esa persona no podría ser un amigo de confianza.
Rafael intentó decirme algo cuando sintió mi molestia pero yo simplemente di la media vuelta y tomé rumbo a casa, a encontrarme con mi comedor, mi sopa fría que no había levantado y a intentar dormir sin pesadillas, después de aquél sangriento y triste día.