La pobreza en el mundo es un tema sin duda complicado. ¿Cómo poder abordarlo seriamente sin caer en palabrerías que siempre escuchamos? "Para solucionarlo, debemos... esto... lo otro", o sin caer en discursos políticos efímeros y aburridos: "Yo les prometo acabar con la pobreza".
La gente que vive en el campo, la que intenta ganar dinero de sus cosechas, por lo regular es la más afectada, pues este capitalismo mal desarrollado se aprovecha de la ingenuidad de los mismos y abusan de la fuerza bruta de toda esta gente que trabaja mucho para ganar muy, muy poco.
La pobreza también se ve en las ciudades. Algunas zonas tratan de disfrazarse marginando a la gente de pocos ingresos apartadas de la "civilización".
La pobreza está en cada niño hambriento y sucio que se para en los semáforos vendiendo chicles o limpiando parabrisas.
La pobreza es cada niño que cae muerto por el hambre o el frío de la noche.
La pobreza es la falta de dinero para poder abastecerse diariamente.
Pero la peor pobreza, es aquella que se queda en la mente de cada uno y nos evita intentar cambiar todo eso, y mucho más, también. La pobreza está en el mundo y en el mundo que es nuestra cabeza. La pobreza no terminará hasta hacernos ricos de pensamiento y conciencia colectiva en un sano sentido común.
La palabra pobreza no me gusta para nada, pero hoy escribo, al igual que miles de personas en el mundo que intentamos por estos medios hacernos notar e intentar el modo de ver las cosas de al menos uno más que pueda leernos y convencerse de que es posible cambiar todo esto. Con uno más que se agregué en corazón y voluntad del modo en que desee unirse, con esa medida continua, dejaremos de ser pobres.