…escuchóse una voz con
sonoridades de trueno:
¿Qué es esto tenochcas? ¿Qué hacéis vosotros? ¿Cómo ha podido llegar
a existir cobardía en el pueblo de Huitzilopóchtli? Aguardad, meditad un
momento, busquemos todos juntos un medio para nuestra defensa y honor y no nos
entreguemos afrentosamente en manos de nuestros enemigos. ¿A dónde iréis? Este
es nuestro centro. Este es el lugar donde el águila despliega sus alas y
destroza a la serpiente. Este es nuestro Reino. ¿Quién no lo defenderá? ¿Quién
pondrá reposo a su escudo? ¡Que resuenen los cascabeles entre el polvo de la
contienda, anunciando al mundo nuestras voces!
(…) Bajo su influjo, las
incontables conciencias personales parecieron fundirse en una sola alma, alerta
y poderosa, que aguardaba ansiosa encontrar una finalidad a su existencia.
Una vez, Nn andaba medio
molesta, no recuerdo bien por qué, pero eran días en que yo venía empapándome
de toda la cuestión de lo que es la violencia, de vivir en paz, en la paz que
significa prácticamente el reconocimiento de los otros y la sana convivencia,
no las ilusiones de andar vestidos de blanco, con palomas por todas partes en
un espacio blanco o las imágenes hippies que podría cualquier simplista
imaginar (como yo lo imagine alguna vez. Sí, todos somos simplistas de algún
modo, no te hagas como si no llegaran ideas tontas de vez en vez).
Alguna cuestión similar a la
que Nn me preguntaba ese día, la planteé yo en esos cursos intersemestrales. La
cosa es más o menos así: Si un pueblo se la pasa reprimido por años y años y un
día se levanta y la única manera es usando las armas y haciendo la guerra ¿eso
es violencia? ¿Por qué? ¿Quién justifica esos movimientos? ¿Los que “rigen” al
mundo? ¿Es la única medida para cambiar las cosas? ¿Debe hacerse la guerra como
último recurso? No entiendo. Más o menos así eran mis cuestiones ese día.
No recuerdo las palabras
exactas de las respuestas y los comentarios, el punto es que en algún momento
esa situación ya no es soportable y entonces el pueblo reacciona (si es que
reacciona, claro) en defensa de su integridad. Es un punto en el que tiene que
defenderse y si no encuentra manera pacífica para hacerlo (y si la
determinación del pueblo lo permite), entonces ocurren estos levantamientos en
donde la agresión (cuestión natural, por cierto, según lo aprendido) es lo
primero que surge y ésta termina tomando cause hacia lo violento o hacia lo
proactivo.
A menudo la población ha sido atomizada (convertida en una masa de
individuos aislados), incapaces de trabajar juntos para conseguir su libertad,
de confiar los unos en los otros y hasta hacer algo por su propia iniciativa.
El resultado es predecible: la población se ha vuelto débil, carece de
confianza en sí misma y es incapaz de ofrecer resistencia alguna. (…) Están
demasiado aterrorizados para pensar en serio en la resistencia popular. De
cualquier manera, ¿de qué iba a servir? En vez de esto asumen el sufrimiento
sin objetivo y un futuro sin esperanza.
Nn ese día, te digo, andaba
medio molesta y salió el tema de todo lo que empezaba a vislumbrarse, eran
incluso días poco antes de lo de “#Yosoy132”, aún así, aunque ya es menos
frecuente escucharlo de su boca, sigue a veces mostrando su idea de que solo de
un modo violento puede la cosa solucionarse. Todo.
A mi me gusta preguntarle a Nn
sobre lo que dice, así que esta ocasión no fue la excepción y me fui con
cuestiones como ¿De verdad crees que sólo así? “Pues sí, porque uno hace las
cosas bien y no pasa nada, uno denuncia, se queja y nada y eso me tiene hasta
la madre…” (palabras más, palabras menos).
Los dictadores generalmente hacen caso omiso de las barreras
constitucionales y legales, las decisiones judiciales y la opinión pública.
Reaccionando a las brutalidades, la tortura, las desapariciones, las muertes,
se entiende que todo esto ha hecho pensar al pueblo que sólo por la violencia
se puede acabar con la dictadura.
Yo pienso que esa forma debe
ser la última y que también puede ser efectiva la forma pacífica para vencer en
una situación así. Seguro también le comenté algo relacionado con que nosotros
somos seres humanos y que actuar de un modo bestia y responder bestialmente
seguro nos quita esa condición de “Ser”, quizá hasta dejarnos en algún pasaje
del “Homos”.
En México no hay tragedia: todo se vuelve afrenta. Afrenta, esta sangre
que me punza como filo de maguey. Afrenta, mi parálisis desenfrenada que todas
las autoras tiñe de coágulos. Y mi eterno salto mortal hacia mañana.
A Nn le da por desesperarse,
por volverse loca, por dejar salir su emoción visceral de tajo, sin
restricciones, sin medida y olvidando su alrededor. No imagines tampoco que
enfurece, no, no hay necesidad de llegar a tanto, pero sí son constantes los
lapsus de confusión que le llevan al bloqueo mental y al desborde de esas
energías. Se calienta fácilmente, en pocas palabras. Pero está bien, porque al
final toma conciencia de las cosas. A cuántos no les ocurre lo mismo, o peor
¿cierto?
En tu cuerpo, un cerco de púas ¡No te rajes, manito! Saca tus pencas,
afila tus cuchillos, niégate, no hables, no compadezcas, no mires. Deja que tu
nostalgia emigre, todos tus cabos sueltos; comienza, todos los días en el
parto.
Aquí vivimos, en las calles se cruzan nuestros olores, de sudor y
pachulí, de ladrillo nuevo y subterráneo, nuestras carnes ociosas y tensas,
jamás nuestras miradas.
Pero de algún modo, Nn no se
queda quieta y encausa esos ánimos a algo positivo, para la sociedad, habla,
participa, grita, se sigue quejando y enojando, escucha, acompaña, aprende,
aprende, aprende, a pesar de las circunstancias, a pesar de la discusión de si
debe ser o no algo que deba llevarse a los actos violentos. Sabe que no es así,
sabe que hay otra forma, porque entiende que ocupa un lugar aquí y aunque
termina quedándose, como muchos de nosotros, en eternos dilemas como estos,
tiene el factor más importante de su lado, el del deseo de trascender, de ser
parte de un cambio, de un legado mejor que el que recibió y ahora sufre. De eso
se trata de algún modo, ¿no?
Aquí caímos. Qué le vamos a hacer. Aguantarnos, mano.
…ciudad dolor inmóvil, ciudad de la brevedad inmensa, ciudad del sol
detenido, ciudad de calcinaciones largas, ciudad a fuego lento, ciudad con el
agua al cuello, ciudad del letargo pícaro, ciudad de los nervios negros…
…hundida ciudad. Tuna incandescente. Águila sin alas. Serpiente de
estrellas. Aquí nos tocó, Qué le vamos a hacer. En la región más transparente
del aire.
Siempre encuentra el modo, las
palabras exactas quizá, que son pronunciadas por su ente reflexivo o por
alguien a quien ha decidido admirar, sea músico, pintor, escritor o don nadie.
Y luego, al final del final, cuando regreso sólo, sentado en el metro, leyendo
algo o viendo por la ventana el trayecto desde “Velódromo” hasta mi eterno
punto de partida y llegada, me voy recordando de 2006, sin pena ni gloria,
sabiendo que entonces creía en algo, que ahora creo en cosas distintas, no sé
si mejores, no sé si habrá futuro, ni sé qué cosas habré de decirle a Nn para sus próximas preguntas, que son como
si fueran preguntas para mi, que terminan centrándome incluso, porque con ese
recuerdo de mi va la imagen de Nn. Un Yo a su misma edad, sale de vez en vez a
recordarme a aquellos a quienes yo preguntaba y muchas veces me dieron largas,
pero siempre encontré más inspiración y fuerza, siempre venía a mi alguien a
quien he decidido admirar, sea músico, pintor, escritor, un don nadie o Nn, por
perseverante.
Escuchad. Meditad. Existen acontecimientos que son tan sólo débiles
vislumbres, pálidos reflejos de la realidad que yace oculta en lo más profundo
de los corazones.
La derrota de un pueblo, la pérdida de su fortaleza y poderío, no
sobreviene nunca como resultado de fracasos ocurridos en los campos de batalla,
es siempre consecuencia de la quiebra interior de su voluntad. Sólo está
vencido quien admite estarlo.
¡Pueblo de Tenoch. (…) La lucha verdaderamente trascendental y
decisiva tendrá lugar, ahora, en el corazón de todos los aztecas!
¿Quién logrará el triunfo en este combate?
¿Quién obtendrá la definitiva y auténtica victoria?
Tras pronunciar las últimas
frases con tan recio acento que hasta los gigantescos edificios que encuadraban
la plaza parecieron vibrar y estremecerse, Tlacaélel se encaminó al interior
del Templo Mayor, desapareciendo ante la vista de la multitud
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Lo que está escrito así, son fragmentos del cap. I del libro “De la
dictadura a la democracia” de Gene Sharp.
Lo que está escrito así, son fragmentos del inicio del libro “La región
más transparente” de Carlos Fuentes.
Lo que está escrito así,
son fragmentos de los caps. V y XX del libro “Tlacaélel, el azteca entre los
aztecas de Antonio Velasco Piña.