18 febrero 2012

El Encuentro Infinito V


La boca, los labios juntos, se vuelven símbolo del infinito.
Así los rizos pueden parecerlo, pero no lo son, comienzan y finalizan a pesar de tantas vueltas.
Quizá de ahí que las palabras puedan trascender eternamente.
No los ojos, o los oídos, no hay más en su rostro que provoque tal sensación de nunca acabar.
Quizá de ahí que deseemos que los besos nunca acaben
Que nos sostengan aunque sea con los dientes, gritando en silencio ¡no me dejes! ¡no me sueltes! ¡no te vayas de mi!
Pero a pesar de éstas formas, de que un segundo pueda alargarse, comienza el fin de los tiempos, sucumbimos ante la fosa mortal, solo una palabra vive,  ella se queda ¿o se va también?
El arte se multiplica, toma formas. A veces me visita, le veo en una esquina del techo y la dejo caer libremente; el televisor hace mutis, ningún ruido me perturba, quien corre se vuelve lento, salta y flota en el aire y ella cae despacio, muy lento, va buscando el suelo, apenas llega y se va irguiendo sobre sí, no existe un color, son todos, la luz llega, le atraviesa, le distorsiona el deforme rostro a media altura, ya no hay lentitud, todo inmóvil, y las extremidades van tomando forma, su forma de curvas, de curvas perfectas, vientre aplanado, senos redondos, casi perfectos, los brazos se extienden y regresan, los dedos tocan los muslos, el cuello vertical, casi, y sobre éste su rostro.
La boca, los labios juntos, se vuelven símbolo del infinito…

12 febrero 2012

Por la culpa de este profesor.

Un texto de Ibargüengoitia me hizo recordar a un profe de ciencias de la secundaria.

Recuerdo que en su clase aprendí por qué los barcos, siendo tan pesados, no se hunden, por qué el chile pica, por qué el hielo flota, por qué un avión puede volar, por qué las tortillas "sudan" cuando las metemos en el refrigerador, por qué el agua moja (de manera sencilla y clara), aprendí que "cógito ergo sum" lo profirió un señor Descartes, lo mismo que se me quedó la frase: "la diferencia radica entre pensar y hacer las cosas", me aprendí la tabla periódica y todavía sé qué elemento es cada símbolo (excepto las dos líneas de abajo que quién sabe cómo se llama esa sección), recuerdo que abrimos un animal en la clase y vimos similitudes con el cuerpo humano, acá entre nos, fue de las primeras veces que tomé cerveza, no en su clase, pero sí con el profe, recuerdo que a veces le prestaba unos discos de playstation y él me prestaba sus juegos que no me gustaban, pero los aceptaba, luego aprendí que a veces el desempeño de un estudiante no puede ser plasmado en un número y una vez, obtuve un punto más por leer las letras pequeñas en un examen.

Recuerdo esas cosas y no recuerdo cómo balancear una fórmula química, ni sé si eso se deba expresar así, me cuesta mucho trabajo resolver problemas de "despejes", confundí muchos años lo que era una mezcla homogénea y una heterogénea hasta que aprendí por separado y en otra clase "homo" y "hetero", a este rubro de cosas inútiles agrego el haberme aprendido la tabla periódica que hasta hoy me sirve solamente cuando hay un concurso de televisión y preguntan ¿Qué elemento es "Hg"? y respondo desde mi sillón ¡mercurio! ¡mercurio! lo que me lleva a recordar que no todos los líquidos mojan, como el agua, y que cuando aprendí eso, junto con lo del avión, el hielo, el barco, las tortillas y lo enchilado, se satisfizo mi curiosidad de semi-niño, lo mismo que cuando abrí a un ratón y no tuve el valor para matarlo con mis manos y desde entonces siento pena si mato una cucaracha. Cuando tomamos esas cervezas fue después de haber perdido un concurso en el que participamos todos los del salón, pero solamente los hombres fuimos a beber una y solamente una cerveza y en secreto (hasta hoy quemé esa lealtad que ahí aprendí). Hoy todavía me pregunto por qué intercambiaba conmigo juegos de playstation y a veces creo que me respondo cuando juego con mi hermano el más pequeño. De vez en cuando recuerdo alguna frase célebre y trato de darle un sentido para mi vida o mi paz interna. Desde aquellos cursos con este profesor pienso un poco más en cómo es que una persona puede llegar a ser lo que es y me duele cuando un profe me pone 6 en algún trabajo que me ha costado tanto, pero también sé que difícilmente podría reconocer "la subjetividad", esa de la que mi profe me habló una vez y me hizo más humano.

Quizá hoy, por la culpa de este profesor, en este momento reprobaría con todo lujo cualquier examen de ciencias...

Pero me siento feliz de haber aprobado en algún rubro para la vida.

También por su culpa... ¿o por su impulso?

Ah, el texto de Ibargüengoitia se titula: "¿Más escuelas? Confabulación diabólica."

Un saludo, ese profr...!!

06 febrero 2012

El clis de sol

Llegó mi madre con un texto en mano, que leí y ahora comparto:

El clis de sol

Manuel González Magón, Costa Rica 1866-1936 

¿1896?

 
No es cuento, es una historia que sale de mi pluma como ha ido brotando de los labios de ñor Cornelio Cacheda, que es un buen amigo de tantos como tengo por esos campos de Dios. Me la refirió hará cinco meses, y tanto me sorprendió la maravilla el no comunicarla para que los sabios y los observadores estudien el caso con el detenimiento que se merece.
Podría tal vez entrar en un análisis serio del asunto, pero me reservo para cuando haya oído las opiniones de mis lectores. Va, pues, monda y lironda, la consabida maravilla.
Nor Cornelio vino a verme y trajo consigo un par de niñas de dos años y medio de edad, como nacidas de una sola "camada" como él dice, llamadas María de los Dolores y María del Pilar, ambas rubias como una espiga, blancas y rosadas como durazno maduro y lindas como si fueran "imágenes", según la expresión de ñor Cornelio. Contrastaban la belleza infantil de las gemelas con la sincera incorrección de los rasgos fisionómicos de ñor Cornelio, feo si los hay, moreno subido y tosco hasta lo sucio de las uñas y lo rajado de los talones. Naturalmente se me ocurrió en el acto preguntarle por el progenitor feliz de aquel par de boquirrubias. El viejo se chilló de orgullo, retorció la jetaza de pejibaye rayado, se limpió las babas con el revés de la peluda mano y contestó:
-¡Pos yo soy el tata, más que sea feo el decilo! No se parecen a yo, pero es que la mama no es tan pior, y pal gran poder de mi Dios no hay nada imposible.
-Pero dígame, ñor Cornelio, ¿su mujer es rubia, o alguno de los abuelos era así como las chiquitas?
-No, señor; en toda la familia no ha habido ninguno gato ni canelo; todos hemos sido acholaos.
-Y entonces, ¿cómo se explica usted que las niñas hayan nacido con ese pelo y esos colores?
El viejo soltó una estrepitosa carcajada, se enjarró y me lanzó una mirada de soberano desdén.
-¿De qué se ríe, ñor Cornelio?
-¿Pos no había de rirme, don Magón, cuando veo que un probe inorante como yo, un campiruso pion, sabe más que un hombre como usté que todos dicen qu'es tan sabido, tan leído y que hasta hace leyes onde el Presidente con los menistros?
-A ver, explíqueme eso.
-Hora verá lo que jue.
Nor Cornelio sacó de las alforjas un buen pedazo de sobado, dio un trozo a cada chiquilla, arrimó un taburete, en el que se dejó caer satisfecho de su próximo triunfo, se sonó estrepitosamente las narices, tapando cada una de las ventanas con el índice respectivo, restregó con la planta de la pataza derecha limpiando el piso, se enjugó con el revés de la chaqueta y principió su explicación en estos términos:
-Usté sabe que hora en marzo hizo tres años que hubo un clis de sol en que se oscureció el sol en todo el medio; bueno, pues, como unos veinte días antes Lina, mi mujer, salió habelitada de esas chiquillas. Dende ese entonces le cogió un desasosiego tan grande que aquello era cajeta: no había cómo atajala, se salía de la casa de día y de noche, siempre ispiando pal cielo; se iba al solar, a la quebrada, al charralillo del cerco, y siempre con aquel capricho y aquel mal que no había descanso ni más remedio que dejala a gusto. Ella había sido siempre muy antojada en todos los partos. Vea, cuando nació el mayor jue lo mesmo; con que una noche me dispertó tarde de la noche y m'hizo ir a buscarle cojoyos de cirgüelo macho. Pior era que juera a nacer la criatura con la boca abierta. Le truje los cojoyos; endespués otros antojos, pero nunca la llegué a ver tan desasosegada como con estas chiquitas. Pos hora verá, como l'iba diciendo, le cogió por ver pal cielo día y noche, y el día del clis de sol, qu'estaba yo en la montaña apiando un palo pa un eleje, es qu'estuvo ispiando el sol en el breñalillo del cerco dende buena mañana.
Pa no cansalo con el cuento, así siguió hasta que nacieron las muchachitas estas. No le niego que a yo se m'hizo cuesta arriba el velas tan canelas y tan gatas, pero dende entonces parece que hubieran traído la bendición de Dios. La mestra me las quiere y les cuece la ropa, el Político les da sus cincos, el Cura me las pide pa paralas con naguas de puros linoses y antejuelas en el altar pal Corpus y, pa los días de la Semana Santa, las sacan en la procesión arrimadas al Nazareno y al Santo Sepulcro; pa la Nochebuena las mudan con muy bonitos vestidos y las ponen en el portal junto a las Tres Divinas. Y todos los costos son de bolsa de los mantenedores, y siempre les dan su medio escudo, gu bien su papel de a peso gu otra buena regalía. ¡Bendito sea mi Dios que las jue a sacar pa su servicio de un tata tan feo como yo...! Lina hasta que está culeca con sus chiquillas, y dionde que aguanta que no se las alabancén. Ya ha tenido sus buenos pleitos con curtidas del vecindario por las malvadas gatas.
Interrumpí a ñor Cornelio temeroso de que el panegírico no tuviera fin, y lo hice volver al carril abandonado.
-Bien, ¿pero idiái?
-¿Idiái qué? ¿Pos no ve que jue por haber ispiao la mama el clis de sol por lo que son canelas? ¿Usté no sabía eso?
-No lo sabía, y me sorprende que usted lo hubiera adivinado sin tener ninguna instrucción.
-Pa qué engañalo, don Magón. Yo no juí el que adevinó el busiles. ¿Usté conoce a un mestro italiano que hizo la torre de la iglesia de la villa: un hombre gato, pelo colorao, muy blanco y muy macizo que come en casa dende hace cuatro años?
-No, ñor Cornelio.
-Pos él jue el que m'explicó la cosa del clis de sol.