El local que atiendo de lunes a viernes existe dentro de un pequeño ecosistema conformado por la avenida Tenochtitlán, la banqueta, unos cuantos árboles, un perro (del señor dueño del local), y de un montón de monitos de toda especie, clase, reino o como le quieran llamar… y por supuesto: yo; que estudio las migraciones constantes de esta fauna salvaje.
Normalmente, el perro, al que desde este instante llamaremos: Balto, es de una familia extraña, una cruza entre pastor alemán y corriente, algunos conocedores les llaman caninus electricus a esta singularidad de la especie; llega aproximadamente a las 13:00 hrs (tiempo de la Ciudad de México) de su recorrido nocturno y matutino, con él una plaga de moscas que le persiguen comienzan a intentar invadir el local. Balto, quien gusta de dormir muchas horas durante la tarde, solo sale a ladrar a los marihuanos que "rara vez" cruzan este territorio. Por lo demás, podemos decir que el perro guardián de este local es sin duda alguna un perro parásito, pues solo llega y se aloja y come de lo que el huésped le ofrece.
Existe también, a unos 100 metros o menos un "campus" CONALEP, dónde las criaturas que lo habitan diariamente, con frecuencia pasan desapercibidos entre la demás fauna y vegetación, solo se acercan para solicitar que les haga sus tareas de investigación, cosa que dada la capacidad en el manejo de las computadoras, les resulta complicado manejar. También se acercan a pedir cigarros y cigarros y cigarros y cigarros y cigarros y… etcétera, etcétera. Por lo regular los días viernes esta singular especie gusta de tomar por sorpresa el transporte público, hacen de los autobuses un "bus-party", también viajan cantando y gritando las frases mágicas que intentan inducir al dios del CONALEP mismas que les traen fuerza y valor, además de las palabras para hacer recordar a la madre de hasta el más incauto de los transeúntes.
La especie que cursa los niveles básicos del sistema establecido, solamente pasan contando chismes, cuentos alegres y demás cosas que les suceden durante su jornada.
Pero la especie que más me ha intrigado es una que se caracteriza por no tener un riguroso orden en sus actividades, ni mostrar preocupación alguna por los movimientos del demás ecosistemas. Esta especie ha sido nombrada por los demás observadores locales como: Los"quemonitos" (cualquier parecido que tengan con los simios, es mera coincidencia).
Esta especie, por lo regular durante las mañanas, realiza actividades de carpintería en un local contiguo: arreglan muebles, pero pintan más muebles de los que arreglan o fabrican. Al parecer el olor del aerosol les causa alegría inmensa y delirios, pues justo cuando empiezan a rociar sobre las maderas comienza a sonar la música de la barriada: cumbias, duranguense y salsas de la peor calidad. Después de un rato, se retiran para ingerir sus sagrados alimentos y regresan al trabajo maderero y de decoración.
Por las tardes, si es un buen día, todos ellos se pierden entre las demás mesetas colindantes o simplemente se quedan, con su automóvil estacionado justo enfrente de ésta base y con el sonido del auto, bastante malo, comienza a sonar por 1 hora como mínimo y a todo volumen, música del estilo: Reggaetón; misma que produce ondas de sonido tan elevadas que todas las ventanas cercanas y muebles empiezan a retumbar sin parar. En ocasiones, la matriarca (de unos 1.80m de estatura) se aparece para comenzar a gritarle a cada uno de sus hijos (6 aproximadamente son los cachorros) cualquier cosa que se le ocurra, pero con quien establece mayor conflicto es con el macho lomo plateado (de unos 1.60m de estatura), quien comienza a maldecir al viento mientras que la hembra repite las frases de siempre: "¿Ah, sí? Pues yo no te voy a servir de comer hoy. ¡A ver cómo le haces! Segundos después, ella regresa a su cueva, mientras que el lomo plateado se queda trabajando, pintando maderas y jadeando fuertemente.
Algunos días de paz y tranquilidad en la manada "quemonita" transcurren llenos de mofas entre ellos, que constantemente miran sus defectos y los hacen notar al mundo entre carcajadas incontenibles, pero al final, con tal parecido, todos terminan comprendiendo que todos son de la misma calaña y se miran fijamente, como pensando: "¿Por qué me río de mi hermano o hermana si tengo las mismas facciones?" y después de unos minutos de reflexión, todo vuelve a ser risas, pero ahora cada quien se ríe de sí mismo.
Los "quemonitos" son una especie endémica del sitio, su acento costeño-regiomontano y su léxico pobre y coloquial, los colocan en una posición no muy agraciada, solo debajo de ellos se encuentran todos los animales que no pueden articular una sola palabra, por ejemplo: Balto; y los superan increíblemente todos los que ocupan los terrenos del CONALEP cercano, aunque muchos de ellos, sin su vestimenta habitual, podrían ser fácilmente confundidos con un miembro "quemonito" por su forma de hablar, actuar o por sus gustos músicales.
Desafortunadamente, esta especie se reproduce con facilidad y comienza a abarcar terrenos más allá de la av. Tenochtitlán. –"Yo los vi y los escuché en una ocasión por la calle 6"–decía un transeúnte, con tono de preocupación. –"Pude notar como descendían de su vehículo y comenzaban a instalar un campamento improvisado junto con los quechanguitos de esta región". Y esta es sólo una declaración de las decenas que día a día se reúnen y multiplican entre la población asentada. Por lo que podemos concluir que debido a la edad de la mayoría de los "quemonitos" y de otras familias cercanas a esta especie, la constante movilización de estas criaturas es impredecible y ha vuelto a todos los observadores (me incluyo) en los martirizados de sus hábitos cotidianos, pues de esperar alguna situación ya no se puede hablar o prevenir; atacan sin previo aviso con sus ondas de sonido reggaetonero, con sus chillantes voces o con sus pobres conversaciones de lo absurdo e inútil de cualquier cosa inútil que se les ponga enfrente.
Si usted llega a encontrarse con algún miembro de esta especie, le recomendamos conservar la calma y tener bastante paciencia, pues del mismo modo en que pueden ser amigables, también pueden transformar el escenario en prácticamente una zona de guerra de micos desquiciados y sin control alguno. Por su seguridad, repetimos: Conserve la calma.
Para cualquier duda o emergencia, llame al 01-800-quemonito o acérquese a cualquier observador cercano a su hogar. (farmacias, puestos de revista, tienditas de la esquina, etc.)