03 junio 2010

La foto mágica I

I

Noté que en el fondo de la caja de las fotografías había una en blanco, la tomé y al acercarla a mis ojos, observé que una figura de un árbol se dibujaba, alrededor del ´árbol había unos niños al parecer jugando con una pelota y un hombre pasaba en tercer plano paseando a su perro. Creí que mis ojos me hacían una mala jugada y que en alguna ocasión había tomado esa fotografía.

En la tarde me gusta ver la televisión mientras como, para eso instalé un pequeño televisor junto al comedor. Vivo solo, así que el ruido de la televisión me hace compañía. Comenzaban las noticias de la tarde, el conductor da una nota de esas que no le hacen daño al mundo, es más, te sacan una sonrisa. La nota trataba de la inauguración de un parque a unos diez minutos de mi colonia, pasaban imágenes del delegado inaugurando el lugar rodeado de un montón de lambiscones y de gente que aplaudía y gritaba. Mi sorpresa llegó cuando en un acercamiento, observé la imagen del árbol, los niños jugando y el hombre con su perro. Dejé mi cuchara a medio camino del plato a mi boca, deje de escuchar al reportero de la televisión, un pequeño viento movió las cortinas de la ventana de la cocina, no parpadeé y mi corazón se aceleró tremendamente. Como he dicho antes, me quedé absorto y corrí hacía la caja de las fotografías para encontrar aquella en blanco que se había transformado.

Mi sorpresa fue aún mayor al encontrar de nuevo una fotografía en blanco. La tomé y al acercarla a mis ojos para observar claramente, pude notar que de nuevo comenzaban a mostrarse una mezcla de colores que tomaba formas específicas, en esta ocasión apareció la imagen de una tienda que está en contra esquina de mi calle y que puedo ver desde mi departamento, también se veía en una esquina un montón de vidrios rotos sobre el pavimento.

Corrí hacía la ventana y noté que tenía la misma perspectiva de la foto desde mi ventana, era como si mi mirada se hubiera plasmado en el papel. Busqué con mi mirada vidrios rotos sobre el pavimento pero no distinguí nada. Me quedé unos cinco minutos contemplando la imagen en la mano y la realidad en mis ojos, si es que algo real pasaba ante mis ojos.

Cuando caminé de regreso al comedor, un poco más tranquilo pero todavía bastante extrañado por la situación, estaba a punto de sentarme cuando escuché un golpe muy fuerte: un choque de autos cercano. Rápidamente me asomé por la ventana (de nuevo) al igual que los vecinos y la gente de abajo corría a ver qué había pasado. Desde mi ventana, por fin observé pedazos de vidrio sobre el pavimento. Comprendí que había pasado un accidente y que seguramente esos fragmentos eran de alguna ventanilla de un auto.

Bajé rápidamente las escaleras del edificio y en menos de dos minutos ya me encontraba prácticamente en la esquina. Escuché llantos y gritos de dolor. Un hombre intentaba hacer reaccionar a una mujer que estaba en el piso tirada, sangrando ligeramente de la cabeza. Dentro del auto, los fierros retorcidos apretujaban las piernas de la conductora de una camioneta, involucrada en el accidente. Me acerqué a donde los vidrios que podía distinguir desde mi ventana, mismos que estaban enfrente de la camioneta, y pude observar que algunos estaban pintados de sangre; volteé la cabeza a mi derecha y pude ver a una niña sobre el pavimento, con el cuello y el brazo rotos y una fractura en el cráneo mortal. Miré a la conductora y ella me miró directo a los ojos; me quedé helado ante tal mirada y silencio, había parado de gritar, yo no dije ni hice nada, me quedé ahí como tonto (uno no sabe qué hacer en una situación así). Creo que entendió mi silencio y mi falta de expresión porque después de unos segundos comenzó a gritar con más fuerza y terror. Todo pareció enmudecer de pronto a pesar de estar con toda su fuerza el grito de aquella mujer, creo que a todos nos empezó a salir un sudor frío por todo el cuerpo y aquél que intentaba reanimar a otra persona detuvo también sus primeros auxilios por unos segundos. Era el dolor del mundo aquél que sentía la aprisionada conductora.