Te soñé, y me decían que habías muerto. Me sentí helado y tristísimo.
Más tarde supe que era falso el mensaje. Veía a tu hermana, que triste me decía que habías salido librada, pero no quería comentar más. Después llegaste a la terapia y te vi, apenas me reconociste, te sonreíste y aguanté mi llanto de no sé qué. Te abracé, me abrazaste y te acompañé a los ejercicios. Hicimos todos juntos, y yo te quise tanto y al mismo tiempo te extrañé tanto y recordé los días que íbamos a tu casa y llevaban todos sus patinetas, también cuando llegábamos temprano a la escuela para ver el sol aparecer, recordé tu blanca piel, tus confesiones, tu cabello, el olor a ti, las risas, cuando te alejaste de nosotros, verte por ahí en la calle, reírnos de nuevo después de la escuela, escucharte llorar porque tu madre jamás te comprendió, tus romances, el mío de ti siempre secreto, cuando me visitabas en el trabajo y me platicabas de la prepa, y ahora, en esta situación, no sé si sentirme arrepentido de haberte olvidado durante estos años o si debo estar feliz de que te hayas librado de la muerte.
Despierto frío y al mismo tiempo siento el calor de tu abrazo, me llevo tu sonrisa esta mañana que me levanto temprano y voy directo a ver el amanecer como en aquellos días.