09 abril 2012

Recuerdos vivos

Ésta noche me ha atacado un dolor de cabeza como nunca me había ocurrido. No sé qué pasa, no entiendo. Cuando no entiendo algo entro en caos interno, desesperación, quiero gritar, escapar. Es como cuando me quedé mirando televisión y de pronto sentí que no podía moverme, ni respirar y comenzaba a ver millones de puntos negros que querían dejar mis ojos a oscuras. Nadie me escuchaba porque ni siquiera podía emitir sonido alguno. Paralizado, nadie cerca, sentí que algo podía desprenderse de mi. Por un momento quise dejarme ir hacia la nada, pero fue más el miedo de ir hacia esa nada o hacia esa oscuridad. Luché con todas mis fuerzas, mis fuerzas de mis pensamientos. Recorrí en la memoria, en menos de un segundo, a todas las personas que han marcado mi vida. Todavía no te conocía, pero hoy, con este dolor insoportable, en el que deseo dejarme ir a su voluntad... apareces, en menos de un segundo, y te quedas firme en esa sonrisa y ese día cuando hablabas de tu pasado, en ese árbol y yo escuchaba, sin dolor alguno. Este dolor me sigue aprisionando. Me pregunto si debo ir a la deriva. Y me sigues contando, ahora una lágrima sale de tu rostro. Ahora del mio también salen lágrimas de que no aguanto éste dolor, me duele, de verdad, como nunca. Te abrazo y sé que no puedo hacer nada. Ni todas las palabras que pudiera encontrar, así fueran las exactas, podrían siquiera plasmar mi sentimiento. El dolor comienza a quitar sus uñas de mi cerebro, pero se quiere llevar algo consigo. No lo permito. Es más esa fuerza, la de mis pensamientos. Comienzo a escuchar una canción, una guitarra suena en la computadora. Aquellos minutos que me acompañaste y yo cantaba, o hacía el intento de cantar. Y soportaste un concierto de tantas desconocidas piezas. Desconocido el origen de éste dolor, por eso me desespero, porque no entiendo, todo debería estar bien, normal, sereno, por qué comenzó, no lo sé. Y te molestaban, y reías y te sonrojabas. Como cuando lanzas palabras al público. ¿Qué no ves que nadie te presta atención? Y no te presta atención porque no quieran, sino porque no tienen ni idea de lo que estas hablando, porque ignoran esa ciencia, e ignoran tu esfuerzo. Yo lo he visto de cerca, lo he sentido contigo. Este dolor ojalá nunca lo sientas, de verdad es insoportable, quisiera volarme la cabeza y ordenar una de remplazo que me trajeran aunque fuera con cargos de envío. Así que no hay motivo para que tu voz se quiebre. Yo quisiera hacerte ver eso, a veces siento que no me dejas, pero no importa, yo estaré ahí, te lo he dicho. ¿Qué más da lo que suceda? Aprenderemos de lo vivido. ¿Qué más da si el dolor se queda? Algún día todos morimos, quizá hoy, quizá mañana, quizá en cincuenta años. Todo salió bien ¿que no? Peor estaba yo, que no sabía ni qué decir y no seguía mis propios consejos ¿Qué te parece esa gente? ¡Ja, ja! Luego lo reflexioné y sentí paz con tu abrazo tibio. ¡Qué paz cuando te escribo! ¡Qué calma de tu abrazo! ¡De verdad! ¡Quizá por eso insisto tanto! Y tanto, y tanto, y de a poco a poco, se desvanece éste dolor, que ya no aguantaba, que tu imagen fue tu alivio. Ahora escribo, casi dormido, debo atender mis fantasías dentro de mis sueños derretidos. Ahí todo pasa y es maravilloso. Lo malo es despertar y desear que regrese, no ese sueño si no el dolor, ese que libro en este instante, para atraer recuerdos de alivio, medicina: recuerdos vivos.