Me gusta platicar con “Nn”(así
llamaré en el blog a cierta personita, de ahora en adelante).
A veces llega con toda la intensidad del día sobre la espalda, con ganas de
preguntarme, me pregunta mucho, me gusta que me pregunte, pero yo sé tanto o
menos que lo que ella sabe, aunque no lo crea. Llega, decía, con toda esa
intensidad y la vierte sobre la ventana del chat, que si fuera mi mesa y estuviera
yo sentado listo para la cena, me voltearía el plato sobre el pantalón, así
llega, dice, saca, escribe, tanta pregunta y enojos, confusiones, juicio
tajante, cerrado, necia se pone a veces, con ganas de gritar, la imagino
gritando, recordando una plática vieja y sacándola de nuevo a la luz para
volverla a poner sobre la tablita, porque hoy, sí, hoy viene con la intensión
de voltear la tablita, de girar radicalmente, de hacerme notar que hay error en
lo que digo y yo veo el error, lo admito -¿Y entonces?- pregunta, y entonces pues
la cosa es lo que es y ahora me toca a mí, después de leer sus palabras y
ponerle tono, el tono de su voz, sentir
su mirada, como presionando, como dejando caer una losa sobre las losas que ya
cargo diario de todo lo que digo saber y lo más que es lo que no sé, de recibir
el golpe seco cercano al nocaut, comienzo a realizar preguntas sobre lo que
dice, sus conclusiones, sus juicios, su intensidad, sus enojos, sus
confusiones, aquello que creía cierto que en este punto no lo es ahora se vuelve
a fijar en la tablita que venía tambaleante, se va quedando sin palabras porque
ahora sólo recibe ideas, nuevas ideas, que llegan no de mi, ni de mis
preguntas, sino de lo único que se ha volteado durante todo este encuentro, su
cerebro, ni siquiera el mío, ni siquiera ha caído la sopa sobre mis pantalones
porque ni siquiera, con todo su arrebato, logra apenas tomar los cubiertos,
porque ahora se da cuenta de que lo antiguo se reforma, se autoexplora y
expulsa lo inservible, al vacio no, sí al cajón de la experiencia, no es
desechable, tampoco evaporable o con la facultad de desaparecer, pues así
también las ideas no se crean ni se destruyen… Entonces por fin se calma,
respira con tranquilidad y su estómago ya no es quien genera sus impulsos, poco
a poco su ágil y perspicaz mente se vuelve a apoderar de ella y yo me alegro
porque no me he ido con esa emoción, he logrado contener la explosión y ella se
queda pensando en su interior y se despide y ahora es mi turno de llegar con
alguien, con toda la intensidad del día sobre la espalda, con ganas de
preguntar, de preguntar mucho, me gusta preguntar, pero esa persona sabe tanto
o menos que lo que yo sé, aunque no lo crea. Llego, digo, con toda la
intensidad y la vierto sobre la ventana de su casa, que si fuera su mesa y
estuviera sentada lista para la cena, le voltearía el plato sobre el pantalón, así
llego, digo, saco, escribo, tanta pregunta y enojos, confusiones, juicio
tajante, cerrado, necio me pongo a veces, con ganas de gritar, estoy gritando,
recordando una plática vieja y sacándola de nuevo a la luz para volverla a
poner sobre la cuerda floja, porque hoy, sí, hoy voy con la intensión de agitar
al extremo la cuerda floja, de salir radicalmente, de hacerle ver que hay error
en lo que digo y sé el error, lo admito -¿Y entonces?- pregunto, pues entonces
hay que seguir, aprendiendo.