14 julio 2014

Carta a una estrella (¡Ahí va eso!)

Hola,

Heme aquí, después de leerte un poquito. Como tú, supongo que las cosas pasan. Yo sí creo que pasan haciendo caminos, caminos sobre la mar. Y ahí vamos, dentro del cosmos universal y del propio, caminando. No se es el mismo a cada paso, pero no dejamos de ser lo que vamos siendo, en ese ir siendo, somos cúmulo de segundos, de instantes, de horas que ya parecen segundos, de imágenes, de personas. Los caminos se entrelazan, toman miles de direcciones; las que quisieramos, las que no quisieramos, las que esperamos, las que no son nuestra responsabilidad y las que sí lo son, pero sobre todas vamos, equivocándonos, acertando, y siempre como la Justicia... ciegos. Ni el futuro más certero lo es del todo. Todo tiene al menos un 0.00001% de probabilidad de que no pase. ¡Bendita ciencia! Lo único que nos deja es la certeza de que todo puede estar mal, de que el mundo que conocemos (si es que acaso conocemos) en un parpadeo puede dejar de existir para transformarse en uno mejor o peor. Ayer existían las casseteras portátiles, hoy existen aparatos, también móviles, que pueden almacenar la información de millones de cassetes, te dicen si lloverá más tarde, te avisan sobre tus compromisos, te hacen prestarles más atención que a la persona de enfrente y además, te dice que acaba de ganar Alemania el mundial del fut... (que eso pasó ayer, es decir, es información pasada de moda, lo mismo que el paréntesis que cierra).

Los caminos que hacemos hoy, muchos ni son de piedra, sino de ceros y unos (00101010101), no se sienten, ni se ven a veces, pero existen, y si la ciencia dice que son buenos, entonces usémoslos. Como sea, de algo tienen que servir.

Al menos pueden servir para enviarte un saludo afectuoso donde quiera que andes. 

¡Ahí va eso!