Día de la Familia
Viernes 25 de enero de 2008
El padre y el segundo.
Arreglando las situaciones de un nuevo semestre de estudio, padre e hijo se encuentran desoncertados esperando la atención del personal de aquella mística institución. Pasan las horas y no han recibido atención alguna.
Entrada la mañana, ambos salen a desayunar en la calle y quedan convencidos de que la birria de aquel puesto callejero es de lo mejor, y así pasan las horas entre vemos y veremos, entre diga y espere más, más de aquél día familiar.
La situación se resolvió al final del horario laboral vespertino, cuando los altos mandos dieron aval a las disposiciones del padre.
La madre.
Muy temprano en aquél día, salió dispuesta a realizar ciertos pagos que vienen frenando el progreso y caprichos personales de cada integrante de la familia. Con poco éxito en la atención de los empleados de cada sucursal de deudos la madre consigue pasar la mañana y comenzar la tarde a laborar en aquella escuela donde espera un ascenso en septiembre.
Tercero y cuarto.
El tercero se levanta temprano, cuestión extraña, pues no hubo escuela aquél día; y se dispone a comprar lo necesario para preparar un sencillo desayuno con el dinero que el padre ha encargado. Prepara sandwiches para pasar la mañana y por la tarde, sediento, espera la reposición del envase de agua.
Tiempo después, ambos miran desconcertados la sangre.
El primero.
Un día norma, al parecer, pues se ha levantado tarde y ha observado que solo el tercero y el cuarto se encuentran en casa, pasa el rato sin comer y por la tarde dispone de tiempo para reemplazar el envase de agua, mismo que al retornar resbala de sus manos y rebana un pedazo de carne del dedo anular izquierdo, por lo que recibe atención médica, llevándose 4 puntadas para resanar la herida.
Todos.
Finalmente, todos se reunen por la noche para cenar y platicar sus días.
¡Vaya día familiar aquél!