30 septiembre 2010

A mi pequeña

Cuando era niño jugaba a armar edificios con los bloques armables. Mi imaginación volaba tremendamente, pues tenía el mundo que quería en punto para la creación recién nacida.

Luego llegaban algunos "molestones" a destruir lo que había hecho. Mi coraje era evidente, mi tristeza le seguía, pero solo duraba unos segundos: la emoción de volver a comenzar con nuevas ideas, con algunas mejoras, cambiando colores, etcétera, me emocionaba más que seguir pensando en la desgracia.

"Si me dijeran: pide un deseo; preferiría un rabo de nube, un torbellino en el suelo, una gran ira que sube, un barredor de tristezas, un aguacero en venganza que cuando escampe parezca nuestra esperanza".

S.R.D.