El niño corre directamente hacia él, que no se mueve y lo ve de reojo, esperando el golpe. Cuando el niño choca, "El Gigante Insuperable" lo toma por el brazo y le hace volar por los aires a no más de dos metros de distancia ¡vaya que parecían de plástico!
El niño se levanta, ahora tiene a dos acompañantes listos para el ataque, se dirigen todos a la vez, a toda velocidad, se lanzan sobre su espalda, sobre sus brazos, sobre sus piernas, pero "El Gigante Insuperable" patea y gira violentamente su cuerpo haciendolos caer al piso de nuevo ¡vaya que eran incansables!
Ellos lo miran desde el suelo, se levantan por tercera ocasión, sacudidos y aturdidos, parece que darán el último esfuerzo para intentar derribarlo, pero al gigante parece no importarle y solamente los espera desde su bien delimitado espacio ¡vaya que eran decididos!
Se dirigen corriendo a todo lo que dan, se lanzan sobre él, uno al cuello, otro a la espalda, otro a los pies, uno cae y se levanta rápidamente mientras los otros lo sujetan, y lo consigue empujar desde abajo hacia atrás, es entonces cuando tropieza consigo mismo "El Gigante Insuperable". Lo ven caer como en cámara lenta, sin poder detenerse con nada; su espalda toca el suelo, inmediatamente después, la cabeza, y se queda tendido ahí.
De pronto, deciden lanzarse sobre su pecho para dar el último golpe, se ven airosos y alegres.
Se encuentran sobre él atacando con firmeza, ataques de cosquillas por aquí y por allá ¡por fin lo derribaron! ¡es su prisionero! Y harán con él lo que se les antoje.
Ahora "El Gigante Insuperable" no podía combatir contra ellos, y decidió quedarse en el piso, riendose junto a ellos por no sé cuanto tiempo.
Así lo ví... ó así lo imaginé durante esos segundos en los que pasé frente a ellos, que jugaban sin parar, padre e hijos, sobre la banqueta de una calle del centro de la ciudad, hace una semana.
¡Vaya que eran felices!