05 febrero 2007

Y nos fuimos del lugar.

Y comenzó la fiesta, se acercaron las personas, tomaron lugar en las mesas y entonces apareció, con su vestido a la rodilla, dejando ver un poco de su pierna derecha, de pelo corto, labios pintados con brillos de color, cabello corto y sin dejar de sonreír, tomó lugar en la noche.

Sintióse solo con su deseo de verla, y comenzó el baile, seguido de unas cuantas palabras del animador del lugar, con traje y corbata; entonces decidió quitarse un poco la formalidad desabrochando sus mangas y siguió la música, la música que estaba en todos lados, sin dejarme escuchar lo que decían los demás, fue ahí cuando perdí la noción de las pronunciaciones.

Prosiguió la rutina de lo acontecido y el alcohol daba sus primeros pasos para la ingestión de quien lo bebía, unos poco, otros más, mientras él se quedaba sentado. La del vestido de tonos turquesa, platicando con sus acompañantes, se acercó al oído de uno, diciendo un par de frases, lo sé por que veía mover sus labios. Se puso de pie y se acercó al centro de la pista, donde empezó a bailar mientras el desmangado veía celoso como danzaba: un, dos, tres, un, dos, tres, junto al extraño que la tomaba por la cintura.

No obstante, decidió quitarse la corbata y se sirvió otro trago, terminó angustiosamente la canción que corría, y se acercó a la mesa seguro de sí, como si nada importara, y es que era así, nada le importaba más que el momento en el que estaba.

Le extendió la mano y ella, que platicaba con otra persona, dio un giro a su cabeza y le miró a los ojos, extendió su brazo accediendo a jugarse todo en una pieza coloquial.

Marcó la banda el inicio firme de la música y comenzó a sonar la batería haciendo base, mientras el bajo compáses, la guitarra cantando y el teclado acompañando.

Se vieron un segundo e inició la danza: un, dos, tres, un, dos, tres, un, dos, un dos, jala y da vuelta por debajo de su brazo dejando florear el cabello que se desprendió de su espalda, un jalón más y era el turno de él, que no quitaba la mirada del cuello.

Parecían interminables las notas de entonces, notas que seguían rebotando en las paredes mientras ellos dos se acercaban a sus oídos y se decían cosas que no podía distinguir. Pero reían y reían.

Así pasaron una y otra y otra pieza, hasta que el presentador, que no perdió ni un instánte su estilo, anunció el final de la agotadora sesión. Regresó mi amigo cerca de mí, sin corbata y con la camisa sudada, entonces pregunté: -¿Ha pasado algo de bueno?-; a lo que asintió con la cabeza.

Por su parte, ella se despedía de los anfitriones gustosa por la reunión, mientras nosotros la observabamos de lejos; ella volteó la mirada hacia mi joven amigo, ambos sonrieron y levantaron sus manos para decirse adios. Subió la del vestido al auto junto a su familia, y se fueron lejos.

No podía dejar de sorprenderme al ver la cara de mi amigo, que no dejaba de mirar cualquier cosa hasta desvanecerse en el pensamiento.

Decidido, y muerto por la curiosidad, pregunté a mi amigo:-¿Y cómo se llama?- Él me observó extrañado y respondió: -No lo sé, yo solo quería bailar.-

Y nos fuimos del lugar, platicando y riendo como siempre.