
Estaba tocando una melodía en la guitarra acorde con lo difícil que me resultó hablar de este tema en esta ocasión.
Frío... no sé ni que pensar en esta semana que en los ánimos han estado calientes, a punto de hervir de pasión y de coraje.
Despieto con el suave frío de la mañana, camino la ruta diaria hacía el trabajo y veo los rostros pasmados de la gente que le pesa despertar siempre a la misma hora, al terminar el trabajo regreso y para calmar las ideas me acerco a la guitarra y sereno la cabeza con una canción, una que me guste tocar, después de eso viene la lluvia que se ha mostrado en la semana, que levanta el calor pero que conserva mi mirada congelada en el gran árbol que se mueve con el viento cerca de mi casa, y al final conservo los oídos fríamente atentos y calculadores a los ruidos de la caída... al oeste.

En los sueños que me han seguido estos días, observo endurecerse la nieve en la que mis recuerdos flotan haciendo notar opacamente las formas pero nunca los rostros de quienes han pasado momentos divertidos y tristes conmigo. También me muevo a la cima del viento donde su imágen de mujer me hace recordar su egoísmo y mis nervios de niño al no saber que hacer con su indiferencia. Vuelo más allá de la atmósfera y sin quemarme llego a una luna lejana e inhabitable donde me encuentro con seres tan inteligentes y de milenarias edades que me miran sin gesto alguno, solo me inyectan en la cabeza un arañazo de su saber y se alejan sin darme la espalda y sin decir nada.
De pronto despierto maravillado y comienzo de nuevo la rutina.
Me llega en un espacio de tiempo la idea de poder tener la inspiración suficiente para imaginar y escribir algo coherente, algo que pueda convencer y dar gusto a quien me lea. Imagino la forma en que sentimos el poco o casi nulo calor de la gente en otros lados del planeta en donde la vida no es ni siquiera reconocida como tal. Me invaden los medios de comunicación que solo calientan los carbones infinitos de las vísceras de la gente sin criterio y me apaga la sangre de los motores mecánicos que matan sin parar... la tecnología al desnudo y sin cerebro.

Leo un libro, y me intriga la meticulosidad, el ingenio del hombre que tuvo que pasar horas observando la naturaleza en movimiento, horas de estar sentado, horas de imaginar... ¿Qué parte de sí tenía fría aquél hombre para ver todo eso?
Y después cierro la ventana, el viento y la noche son insoportables.
Pensando en qué podía hacerse para convencer a quien leyera, pensé: No debo convencer a nadie. Escribiendo algo que pudiera ser coherente para el lector, descubrí que podría salir de aquí sin nada que pensar, sin nada que entender, así nada más.
¿Qué qué tiene que ver con lo que tenía que hacer hoy? Fue otra pregunta que al quedarme inmóvil por dos minutos respondí: Todo.

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QUIEN TIENE VIEJO EL CORAZÓN
Silvio Rodríguez
1977
Dejando su lugar
entre las cosas que se dan amor,
quien tiene viejo el corazón se va.
Huye a su habitación,
llevándose lo que jamás llegó,
lo que ya nunca llegará: su amor.
Hasta las altas sombras de la noche
la luz de su ventana brilla en vela.
La madrugada que bien lo conoce,
dice que todo el tiempo sólo espera.
canta de horror un pájaro en la güira,
mira el gato con ojo incandesencente,
se enciende más el corazón de muerte.
Dejando su lugar
entre las cosas que se dan amor,
quien tiene viejo el corazón se va.
Huye a su habitación,
llevándose lo que jamás llegó,
lo que ya nunca llegará: su amor.
La luna clava allí todos sus dientes
con una claridad indiferente
-la luna, la culpabable, la viajera:
la luna de una muerta primavera.
Hasta las altas sombras de la noche
la luz de su ventana brilla en vela.
La madrugada que bien lo conoce,
dice que todo el tiempo sólo espera.