21 octubre 2007

No viviré sin miedo

No viviré con miedo,
no viviré con el miedo al ignorante,
al caminante analfabeta que desconoce la verdad,
el trabajo, el calor de una casa.

No viviré con miedo,
no viviré con miedo a la avaricia,
a la corrompida estructura de esta justicia
que no acaba de dar tregua a quienes toman,
a los que arrancan y desmiembran cada sentimiento
sin piedad, y sin el atrevimiento de mostrarse
con sus rostros caídos de vergüenza
ante los ojos despiadados de los ofendidos.

No viviré con miedo,
no viviré con el miedo del silencio,
con la mordaza impuesta por los que sí temen.
Los que temen al poder de los honestos,
de los que se sufren diariamente en cuerpo y alma,
de los que se parten la espalda cada día, cada noche,
para sacar una migaja, para intentar olvidar aunque sea por un día
el hambre atrasada.

Y pasaré cada día de mi vida por esta ciudad,
mi ciudad que vive llena de anhelos,
con su gente polifacética,
con sus despiertas calles llenas de historias.
Sin miedo a ningún pensamiento que amenace mis sueños.

Porque son menos,
porque somos más los que queremos de buena voluntad,
los que diariamente partimos al esfuerzo bien o mal retribuido,
los que deseamos que cada intento fructifique en abundancia,
los que decimos que ya basta de quedarnos sentados solamente viendo.

¡Teman!
¡Teman los cobardes que traicionan sus conciencias!

Porque sí es posible soñar,
porque sí es posible trabajar,
porque sí es posible decir,
porque sí es posible reír,
porque sí es posible estudiar,
porque sí es posible alimentar el alma,
porque sí es posible transformar el talento,
porque sí es posible amar de buena voluntad,
porque sí es posible quitar mordazas,
porque sí es posible abrir los ojos,
porque sí es posible vivir sin miedo.

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Yo he preferido hablar de cosas imposibles,
porque de lo posible se sabe demasiado.