No espero complacer a mis queridos lectores ni espero que sepan a quien dedico esta entrada, es un tanto personal, y digo "un tanto" por que ya está publicada.
Pido de favor, no dejar comentarios esta vez. Gracias y no se lo tomen a mal.
Todo pasó hace unos días en la madrugada...
Y así me acordé de muchas cosas... que hacíamos aquí... jugar futbol.. ponernos ebrios... escucharle maldecir a su madre por haberlo abandonado... ir a golpear al sujeto que le bajo a la novia... salir con las bicicletas a donde fuera... ir a acampar un fin de semana y perdernos en el bosque en medio de la noche y sin luz alguna... trepar una montaña y olvidar el camino de regreso para bajar por terrenos no transitados... amanecer de fiesta en un pueblo frio e ir a comprar atoles en la mañana para invitar a un par de chicas desconocidas de nuestras bebidas... darle alcohol a algunos niños... escucharle hablar de lo "buena que estaba su prima"... jugar videojuegos cada tarde después de las cuatro... verlo moleso cuando le ganaba en los videojuegos... confesarme el haberle dicho a su tía que el responsable del alcohol en la casa era yo cuando él hacía lo imposible por tener alcohol cada viernes... hablar vulgarmente de mujeres... salir en las madrugadas a comprar chicharrones en la vinatería más cercana... escucharle hablar con su acento playero por el que se ganó su apodo... el pedirme que le enseñara a tocar guitarra y no tener la paciencia para aprender... y demás cosas... que recordé de él... Mi amigo que decidiste partir y dejar una gran oportunidad en la ciudad... Tiene mérito, pues sabías que tan grande era y aún así, serenamente y decidido, dejaste todo... nos dejaste a varios...Pero sé que estás bien... por eso, acordarme así de tí es lo que me hace sonreír.
Juan y José
Joan Manuel Serrat
Juan y José
sentados contra el muro del frontón
hacían planes mientras reponían fuerzas.
Dudaban
entre ir a la escuela o al río a pescar,
cuatro cangrejos para la merienda.
Nadie jamás
vio amigos más unidos que esos dos
que a un tiempo descubrieron
el fuego del licor, el brillo del dinero,
el automóvil, el cine y la mujer.
Tibio era el Sol,
ancha la mar
y el mundo aún
por estrenar.
A Juan y a José
se les acabó pronto la niñez
segada con la mies, pisada por los bueyes.
Y mientras José
tomaba los caminos de la mar
el otro le despidió desde el muelle.
Del que se fue
llegaron cartas con olor a ron
cargadas de promesas
que Juan leía mientras ponían la mesa
y releía sin prisa en el café.
Caña dulce,
mamey colorao,
verde la palma,
blanca la garza,
con un ojo abierto, en la charca,
vigila el caimán.
Cómo puedes conformarte, Juan
con un solo cielo si hay toda una América
del otro lado del mar.
José viajó
de las Antillas a la Cruz del Sur,
Huaquero en Fundación, buhonero en la Puna,
cafisho
en un quilombo flotante en el Paraná,
y con los años llegó a hacer fortuna.
Juan se quedó
trabajando la tierra y se casó
con su novia de siempre.
Después los años discurrieron mansamente...
Frío en invierno y en verano calor.
Tibio era el Sol
los días que
llegaban cartas
de José
Juan y José
volvieron a encontrarse en el frontón
medio siglo después, y como si tal cosa
Juan preguntó:
"¿A cuál le vas... azul o colorao...?"
y respondió el indiano: "Al que vaya a esa moza...
Qué cosas, Juan,
tanto rodar y estamos otra vez
en donde lo dejamos..."
"Pero a ti, Pepe, que te quiten lo bailado...
Y gracias, Pepe, por llevarme a bailar."
Caña dulce,
mamey colorao.
Tú cabalgabas
y yo iba a la grupa
en las largas tardes junto a la estufa
del viejo café.
Con las alas de tus cartas, José,
atravesé todos los cielos de América
contigo,
¡Amigo!
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