17 agosto 2007

Vivir, morir

Hoy, un error humano provocó que el perro tomara con sus filosos dientes a la tortuga de mi hermano. Un colmillo clavado en el caparazón de ésta, causó un daño serio; algún órgano de la tortuga estaba completamente por fuera y arriba del caparazón; había salido por el orificio producto del diente clavado del perro.

La desesperación comenzó y hubo la culpa hacia el que le había dejado indefensa, hacia el perro, etcétera, sin embargo, dejamos que el momento pasara para calmarnos.

La tortuga ya no se movía, tenía ambos ojos cerrados y todos pensamos que había muerto. No fue así, después de un tiempo, mi hermano la puso en agua, y como por arte de magia la tortuga estaba moviéndose. Pero no era un movimiento normal o natural ya que movía desesperadamente las pata yendo de un lado a otro y la herida por donde asomaba el órgano desconocido para mí, sangraba, por otra parte, su ojo izquierdo lo mantenía cerrado.

-Vamos a llevarla al veterinario.
-No hay dinero
La voy a matar entonces, mira como está ahí sufriendo, mejor que se muera.

Fui a la azotea y me encontré con un gato a quien le puse cerca la tortuga esperando que se la llevara y se la comiera, así me quitaba el título de asesino, sin embargo el gato se acercó y solo la olfateó. Finalmente, puse a la tortuga en el piso, tomé un tabique y antes de dudar, lo dejé caer con fuerza sobre el animal que reventó en la segunda ocasión... debía asegurarme de que dejara de existir...

Me siento mal por ello... ¿quién soy yo para decidir si alguna criatura vive o muere? no me arrepiento, creo que fue lo mejor para la tortuga... ha sido difícil... si... pero que mejor que el hombro de mi madre para llorar un ratito.