10 mayo 2010

Reflexiones revueltas sobre mi idea de cómo es mi madre

En primera, espero enterrar a mi madre y que ella no entierre a ninguno de sus hijos.

Debe ser terrible enterrar a un hijo, lo imagino pero no lo sé. No he enterrado a ninguno pues no tengo.

Venía pensando varias cosas desde que salí, fui al festival, fui a almorzar con amigos (algunas amigas, mamás) y regresé a casa: nunca he escrito, proclamado, inventado, cantado o similar, para mi madre, por voluntad. Siempre son esos festivales de "a fuerza" en los que participo de una u otra forma. Hoy venía pensando…

Recuerdo que en una ocasión me lanzó una naranja desde un tercer piso porque yo no dejaba de joder desde abajo que no tenía llave para abrir la puerta principal. En una ocasión, me persiguió con zapato en mano, por todo el departamento y hasta que me alcanzó me pudo dar un golpe. En una ocasión me golpeó en la espalda con un gancho para colgar la ropa, en la espalda; la marca me quedó varios días. Otro recuerdo es de cuando me corrió de la casa y mandó a mi hermano a buscarme a casa de un amigo, donde obviamente estaba, y cuando regresé me ignoró. Recuerdo cuando lancé una basura desde el sillón y no atiné al cesto, ella dijo: "Los huevones y los pendejos trabajan doble"; este es de los recuerdos más dolorosos, y desde entonces no he vuelto a arrojar basura desde mi cómodo asiento, a menos que esté a menos de un metro de distancia, y aún así, no tengo buena puntería. Tengo un miedo infundido por ella de salir de casa sin las cosas necesarias: "¿Ya llevas todo? ¿no te falta nada? ¿tus llaves? ¿la credencial?" y cuando no está y voy a salir, me pregunto todo eso y más, y eso me molesta demasiado.

Mi mamá es floja, siempre que la veo está sentada viendo la tele. También ha sido golpeadora conmigo y todos mis hermanos. Es floja por que de seguro nunca la he visto lavando ropa, haciendo de comer. Jamás vi cuando en una ocasión tuvimos un problemón en casa y fue a hablar con mi maestro por mi calificación, pues no había entregado un trabajo de evaluación; también es una chismosa. Cuando me volé la prepa (por primera vez), fue a decirle todo a uno de mis maestros más admirados para que hablara conmigo. También le cuenta todo a mi papá, y algunas veces cuenta nuestros casos a otros para que esos otros le puedan dar ayuda. Otra cosa también es que siempre saca dinero de algún lado y yo ni cuenta me doy de si trabaja en algo o no sé. Tampoco he de ver cuando se arregló con los albañiles y los herreros para que le hicieran el trabajo justo como ella lo imaginaba. No veo, ni entiendo, ni sé cómo le hace. Últimamente me he puesto analizarla y no he encontrado nada fuera de lo normal, cosa que me sorprende aún más, porque si hace todo eso, ¿por qué no lo veo? Es algo que no entiendo y a veces me desespera.

Bueno. Podrá sonarte trágico el comienzo. Pero la muerte nos ha rondado los últimos dos años de una manera sorpresiva y lamentable. Por ello he pensado y me he prometido eso, mamá. No tengo miedo si un día te vas. Te extrañaré, claro. Pero tu constante y a veces desesperante voz la llevaré siempre en todo lo que haga. Ya he visto que en algo nos parecemos: soy igual de insistente que tu, soy buen amigo (eso creo), soy a todo dar aunque no se me retribuya, por la buena voluntad de dar, y bueno, todo eso lo aprendí así, de ti.

En el trabajo y la carrera aprendo demasiado de Educación. Cómo ser un buen profesor, cómo ser así o asá y siempre digo que todo eso ya lo sé, pero sin tanta terminología. Cuando quise dedicarme a eso, creo que no te opusiste y siempre has apoyado mis decisiones, aunque hayan sido equivocadas, y hasta cuando he caído víctima de algo que no estaba en mis manos ahí has estado, como la vez… aquella vez… no quiero contarlo aquí.

Si algo está entre lo que podría extrañar si te vas es eso, el que estés sabiendo qué decir o que hacer si yo estoy en problemas. Sanar esa angustia de esos momentos, solo de un modo así de radical puede abatirse: la radicalidad de una madre.

De algún modo u otro, siento que voy saliendo de una formación de la que sé que nunca saldré. No es como la escuela, es la vida misma. Recuerdo que no fui al preescolar, pero mi mamá me enseño a leer y escribir. Savater dedica "El valor de educar"a su madre, su primera maestra, y claro, lo es para todos los que tenemos la fortuna de tener una madre con la vocación innata de maestra.

Tengo muchas cosas guardadas que puedo usar para presentar una queja seria y que por lo grande merezca ser atendida incluso por nuestro lamentable sistema de justicia, pero tengo infinidad para apuntar, leer, reflexionar, copiar y admirar.

Todas esas cosas son aquellas que sé de ella y no veo.

Sabes que no soy muy dado a decir tantas palabras de afecto y que entenderás esta entrada en tu modo de traducir las cosas: con solo dos palabras: